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Opinión

No es la ideología la que se impone a la civilización en la geopolítica multipolar

No es la ideología la que se impone a la civilización en la geopolítica multipolar

No es la ideología la que se impone a la civilización en la geopolítica multipolar
Por Cristián Fuentevilla, Cientista Político

En el presente geopolítico de los países árabes se ha podido apreciar con cierta claridad una dicotomía antagónica. Basada en la forma de apreciar y conducir los esfuerzos conducentes a poner término, a décadas de guerra colonialista en la región árabe. Por un lado tenemos la experiencia del nacionalismo étnico del llamado “Estado de Israel”, resultado de la colonización ideológica protestante de occidente. La ideología sionista es un conocimiento de corto alcance en sus presupuestos teóricos. Se puede decir que responde a un integrismo político, basado en las prebendas que sostienen a la estructura social, que percibe los beneficios de esa experiencia capitalista de ocupación territorial de carácter protestante. Esto último resulta importante de señalar si analizamos comparativamente por ejemplo la experiencia protestante en las factorías de la colonización inglesa en América del norte y sus políticas de exterminios de los pueblos indígenas. Y por otro lado el sincretismo y el mestizaje que dio paso a los reinos y virreinatos de hispanoamérica. Ambas experiencias pugnaron éticamente en razón a la representación geopolítica de los imperios del siglo XVIII principalmente. Pero las contradicciones de orden civilizatorio siguen presente.

La región árabe es cuna de civilizaciones y en el desarrollo de los últimos 5.000 años las civilizaciones monoteístas se impusieron al politeísmo, dando paso a una ética de la trascendencia con resultados en la conformación moral de diferentes tipos de sociedad. El monoteísmo se incorpora gradualmente en occidente, como una posibilidad de resolución política frente a su propia decadencia. Una idea de oriente, tan revolucionaria como el cristianismo que concebía la igualdad de hombre y mujeres ante los ojos de dios. Que por cierto más allá de las condiciones espirituales y religiosas de la humanidad, también generó dogmas y doctrinas que a través de los siglos fueron convergiendo en experiencias ideológicas como la protestante. De hecho en la revolución francesa del siglo XVIII, donde las principales divisas como la libertad, igualdad y fraternidad fueron tomadas de los evangelios. Pasó de un proceso anticlerical a una ideología de la laicización como un avance de la humanidad bajo esta representación ideológica. Considerando que la barbarie de la revolución francesa y la misma inquisición protestante asesinaron más gente que todas las guerras de conquista de hispanoamérica. No obstante lo señalado, será el código liberal el que capitalizará los procesos de emancipación hispanomericanos que se impondrán bajo cruentas guerras civiles, de las que solo podía emerger la ruina de sus pueblos en las nacientes sociedades de clases de los diferentes ensayos estatales.

En el ejemplo previo subyace la fragmentación territorial y la balcanización en diferentes naciones de lo que hoy se conoce como latinoamérica. Lo que constituye en términos políticos las bases materiales para el extrativismo de los recursos de la región y una alienación hemisférica en la geopolítica del subdesarrollo de la periferia occidental. Pues en el código liberal de la democracia representativa de la región, el ateísmo y la laicización son monedas del mismo cuño, cuando se trata de omitir que el imperialismo de la región es protestante. Algo muy parecido a lo que acontece en África o en la región árabe. Lo que con el paso del tiempo asoma ciertas verdades, que comienzan a dar forma a la inevitable realidad que envuelve el multipolaridad relativa. Una de estas verdades es que la multipolaridad se basa en la integración política del sistema mundo. Pero requiere del conocimiento social de sus pueblos en el sincretismo. Esta llave para el futuro no la puede ofrecer el imperialismo en su puritanismo protestante. Ya que las consecuencias de esta ideología no permitieron un desarrollo económico y humano al alcance de todos los pueblos. Su sello racista demostró los límites de esa experiencia capitalista y en esta etapa de implosión la profundización de su fragmentación es inminente.

Sin embargo el carácter dicotómico también comienza a decantar en lo polimológico. Pues la guerra en sí misma es la síntesis de los saberes para modificar el mundo. La multipolaridad relativa debería generar una mayor competencia en lo económico, pero ahí donde se genera resistencia la competencia política se inscribe en los medios de la guerra. La guerra como mecanismo para alcanzar la mejor paz posible, en donde permanecen los remanentes coloniales del imperialismo bajo la lógica homicida del gen. En estos escenarios las dimensiones de lo político como en Siria, Líbano o Palestina han estado soportados por sus condiciones civilizatorias, marcadas por el monoteísmo y la tolerancia de sociedades multiconfesionales. Esto ha generado con el paso del tiempo una cohesión en torno a sus propias narrativas. Lo que fortalece la ciencia y tecnología en el desarrollo espiritual de sus pueblos. Ya que subyace no solo la narrativa de la tierra en la visión patriótica de sus pueblos, sino también una visión holística de la búsqueda y la trascendencia de más largo alcance. Cuyos resultados no solo son palpables en los sacrificios de la guerra, pues su representación es la resilencia en esos derroteros humanos que le dan continuidad a la vida.

Quizás esa memorable frase clamando por que no caiga el ramo de olivos al suelo, sea la explicación para las políticas de reconciliación como una parte de la guerra. Que como contrapartida el nacionalismo étnico israelí materializa en sus políticas de extermino. Mientras sea como Estado una base militar de EE.UU. Donde el dialogo se sume en la extorsión terrorista, pero no solo como una consecuencia geopolítica del expolio de los recursos regionales. Pues se asoma con claridad el carácter finito de la ideología para sostener una ocupación sin límites, en donde humanamente asoman las incapacidades para sostener el crimen como estilo de vida. Estas sociedades liberales incapaces de sobrevivir a su propio leviatan, a esa ideología de T. Hobbes de la guerra como un estado natural de todos contra todos. Donde el pensamiento político en occidente lo sostienen los reclamos éticos y civilizatorios de un N. Maquiavelo que señala la política y no la economía como el nervio de la guerra. Y porque no tomar como ejemplo el empirismo decimonómico de Marx al cuestionar el tránsito de la humanidad como una robinsonada. En cualquiera de estos ejemplos están vivas las contradicciones de un occidente que idealiza la libertad, la igualdad y la fraternidad tomando prestados estas ideas de los evangelios monoteístas de oriente. Para sostener una ideología que gobierne la contradicción y la violencia del reino del terror teniendo como deidad la razón. Pues a todas luces no fue la ideología en sí misma la que se superpuso al sistema mundo y en este trance de multipolaridad relativa, vale la pena observar si además es posible ganar una guerra sin dios. Que lo diga el régimen israelí sostenido por la ideología del nacionalismo étnico, si tiene como dejar de asesinar y desacralizar al gen sin ganar guerras. Pues para bien o para mal, no es la ideología la que se impone a la civilización. Es la civilización la que hace la ideología. Donde finalmente es la guerra en la vida de los pueblos la que representa estos resultados.

 

| 23/09/2021