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Opinión

El otro voto en las elecciones israelíes

El otro voto en las elecciones israelíes

La emigración es la otra forma de votar del ciudadano israelí

Por Joaquín R Hernández – especial para Alahednews


La campaña electoral en la entidad sionista se desenvolvió de forma a veces inexplicable.

No me refiero al último acto demagógico de Netanyahu para ganar los votos adicionales que requería, oponiéndose a la creación de un estado palestino.

Que el gobierno reaccionario de “Israel” no tenía interés en ver constituirse un estado palestino junto al israelí no debía haber sorprendido a nadie, mucho menos a votantes de ultraderecha insatisfechos. Era revelar públicamente lo que tras bambalinas, entre trapisondas y engaños, ha motivado el boicot sistemático de “Israel” a cualquier intento de encauzar un verdadero proceso de paz.

Pero descorrer el velo de falsedades funcionó. La confesión de Netanyahu le obtuvo votos ultraconservadores que necesitaba y ganó las elecciones. Luego se desdijo y regresó a la vieja y engañosa retórica. El velo de la mentira se ha vuelto a tender.

Pero no es esta argucia politiquera la que hace inexplicable el curso de esta elección.

Y es que la campaña electoral, tal como trascendió, hizo caso omiso de los numerosos problemas que, en el plano interno, sacuden a la sociedad israelí, plagada de conflictos y desigualdades. Y de uno en particular: la disminución de su población, debilitada por una emigración creciente.

Los jóvenes israelíes, simplemente, se están marchando del país. Encuestas recientes afirman que el 40% de la población juvenil desea abandonar “Israel”, encabezando una actitud que es seguida por otros sectores, y que ha obligado al gobierno a reiterar llamados a judíos europeos para que se asienten en “Israel”.

El otro voto en las elecciones israelíes

Se producen fenómenos inesperados

Berlín se ha convertido en un destino preferido por los emigrantes. Solo en los últimos tiempos, se asegura, entre 10 y 15 mil israelíes se han asentado en la capital alemana, atraídos entre otras cosas porque Berlín es hoy una ciudad más barata que las ciudades israelíes.

El editor de Haaretz, Aluf Benn, no ocultó la extraña ironía de este hecho: “¿La gente se muda donde Hitler diseñó la solución final y lo hace felizmente?”, escribió el editor. “El Holocausto es el pilar de mayor importancia de la educación israelí. Ir a Berlín es como: ‘¿Qué no han aprendido nada?’ Es el fracaso máximo del sionismo.”

Y es que “Israel” está muy lejos de aquella proyección socializante con que sus fundadores intentaron armar la sociedad y su economía. Hoy “Israel” es un país capitalista como otro cualquiera, plagado por los males del capitalismo neoliberal, entre ellos la extrema desigualdad en la distribución de la riqueza.

La primavera israelí

Mientras el mundo miraba hacia la realidad -- vigorosamente manipulada por los grandes medios de comunicación-- de los países árabes donde se desarrollaban manifestaciones por motivos diversos, pero homogeneizadas a la fuerza como “primavera árabe”, en “Israel” se desarrollaba, con mucha menos publicidad, una suerte de “primavera israelí”.

Medio millón de personas, en un país que escasamente llega a ocho millones de habitantes, se lanzaron a las calles en el 2011 reclamando una mayor justicia social, viviendas más baratas y una atención mayor a la calidad de los servicios sociales. Fueron los occupy o los indignados de “Israel”.

El sistema, como ocurrió en otros lugares, logró asimilar las protestas y despojarlas de sus aristas más peligrosas. No obstante, las causas que las motivaron han seguido operando y trabajan desde lo profundo sobre las conciencias de la población.

La periodista Ana Garralda, a quien debemos muchos de los datos ofrecidos en este artículo, presenta en “Cinco motivos para abandonar Israel” (esglobal.org), informaciones fuertemente ilustrativas:

“En diciembre del año pasado, el Histadrut, el principal sindicato israelí, logró aumentar hasta los 5.000 shequels (unos 1.150 euros al cambio actual) el salario mínimo para quienes trabajan en el sector privado con la esperanza de extender este incremento a los trabajadores del sector público. Sin embargo, en el último lustro el precio de compra de una vivienda en “Israel” se ha incrementado en un 55% y el del alquiler en un 30%, inasumible incluso para parte de la clase media. Para las familias con las rentas más bajas la situación empeora, dedicando entre un 30% y un 45 % de todos sus gastos al pago de la casa, lo que repercute en su poder adquisitivo para adquirir bienes básicos como alimentación, educación o medicinas.

“Por otro lado, decenas de miles de israelíes jóvenes están convencidos de que nunca podrán llegar a comprarse un inmueble, por mucho que trabajen (…) La mayoría achaca esta situación al elevado coste de la vida, mientras constata cómo el Gobierno encabezado por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, dedica gran parte del presupuesto anual a la partida de defensa y a la construcción de asentamientos en la Cisjordania ocupada.”

La corrupción, ese mal hoy ubicuo en el mundo, también hace estragos en la economía, en la sociedad y en la política de “Israel”.

En cualquier listado de la corrupción en el mundo, “Israel” aparece entre los 40 primeros países, nos informa Garralde. La corrupción israelí puede adoptar la forma habitual de escándalos entre políticos y economistas, o la menos visible de trabas al acceso al mundo laboral o a las promociones, por ventajas atribuibles a contactos políticos o a familiares, sin tener en cuenta la correcta preparación para el cargo.

Fueron grandes temas ausentes en la agenda de las pasadas elecciones.

Solo uno, que influye extraordinariamente en el éxodo hacia Europa y otros países, fue falazmente tratado en la campaña electoral.

El israelí de la calle siente simplemente claustrofobia en su país. Son 8 millones en una superficie de 20 mil kilómetros cuadrados, y la hostilidad del mundo árabe hacia el estado artificialmente creado por las Naciones Unidas hace más de 60 años se suma a la inseguridad interna, que incluye la conciencia de que conviven con más de un millón de palestinos airados, que se sienten traicionados y humillados una y otra vez, defraudados por la falta de voluntad política de los gobiernos israelíes para encontrar una solución digna a sus justas y mundialmente reconocidas aspiraciones.

Hubo en estas elecciones, para el votante israelí, dos formas de votar: en las urnas, detrás del último espejismo agitado en sus rostros por los políticos israelíes.

O con los pies: tomando el camino de la emigración. Deprimiendo más aún la población de un país donde, por el contrario, no dejan de incrementarse en cada censo las cifras totales y la densidad de la población palestina, esperanzada de que, pese a aventuras politiqueras como la que acaba de ocurrir, algún día se les abrirá el espacio que merecen, para vivir en plenitud y en derecho.

| 23/03/2015