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Opinión

A propósito de las elecciones en Colombia

A propósito de las elecciones en Colombia

Importancia para el futuro político de América Latina


Por Ernesto Gómez Abascal - Especial para Alahednews


La República de Colombia, con más de 47 millones de habitantes, es el cuarto país más habitado de América Latina y posee extensas fronteras con Venezuela, Brasil, Ecuador y Panamá. Sus costas le permiten acceso directo al Mar Caribe y al Océano Pacífico, confiriéndole una posición estratégica  que le  facilita rápidas comunicaciones con  Centro y Suramérica, como con la región caribeña.

Esta situación, así como sus abundantes recursos naturales, no ha sido ignorada  por el poderoso vecino imperial del norte, que le ha prestado especial atención, brindándole todo su apoyo e interviniendo para ofrecer asistencia a las fuerzas de la oligarquía en su sistemática represión contra las clases populares y los oprimidos, que en los últimos cincuenta años, han desarrollado una guerra de guerrillas con el objetivo de alcanzar un sistema político donde predomine la justicia social. La entidad sionista, junto a EEUU y Gran Bretaña, ha sido parte importante en el apoyo a las fuerzas políticas reaccionarias y le ha facilitado entrenamiento al ejército colombiano y sus órganos de seguridad, sistemas de información avanzados, asesoramiento y técnica militar sofisticada. Posiblemente Colombia sea el país latinoamericano que más armamento compra a “Israel”, incluida aviación de combate.

El gobierno de Bogotá suscribió un acuerdo con Washington mediante el cual este puede disponer de 7 bases aéreas en su territorio y ha dado todo su apoyo al llamado “Plan Colombia”, supuestamente dirigido a controlar y combatir el narcotráfico, pero que en realidad esconde el propósito intervencionista yanqui, así como sabotear los objetivos integracionistas y progresistas de un grupo importante de otros países del continente, que han adoptado una política de independencia nacional alejada de la histórica subordinación a los intereses del imperio. Desde estas bases en Colombia, tienen rápido acceso a cualquier país latinoamericano y desde ellas pueden monitorear informaciones y comunicaciones de toda la región.

A propósito de las elecciones en Colombia

Asegurar que se mantenga en Colombia un gobierno que responda incondicionalmente a los intereses de Estados Unidos, es especialmente importante, pues esta sería la base ideal para desde allí, desestabilizar y derribar al gobierno bolivariano antimperialista de Venezuela que tantas preocupaciones le produce al inquilino de la Casa Blanca y a los poderes que están detrás de este. Por ello las elecciones presidenciales celebradas el pasado 25 de mayo tenían especial importancia para el imperio norteamericano, como las tienen las que celebrarán en la segunda vuelta el próximo 15 de junio.

Cualquiera pudiera preguntarse cómo es posible que una mayoría notable de la población colombiana, que constituyen las masas explotadas y desposeídas, no puedan ganar unas elecciones en un supuesto y proclamado “sistema democrático”. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en América Latina y en otras partes del mundo esta proclamación es una farsa total. Buena parte de la población, sometida durante muchos años a la represión y al miedo, ha perdido la esperanza de lograr sus objetivos a través de esta vía. Es inducida a ello aprovechando su ignorancia y el alto índice de analfabetismo; el notable aislamiento del campesinado, y un sistema completo de compromisos impuestos por los oligarcas y por sectores de las clases ricas y pudientes, a los cuales hay que sometérseles en una forma de vasallaje más moderno, pero que constituye en buena medida la continuidad de la servidumbre medieval. A estos, se les deben “favores”, o se les teme lo suficiente como para no enfrentárseles. Los pobres, mayoría de la población, además son intimidados por toda una estructura represiva de poder, que los hace evitar significarse como parte de la izquierda o de la oposición al stablishment. Les deben además, supuestos favores a familias poderosas que alguna vez les prometieron un empleo, facilitarles estudios o educación para algún hijo o la atención de un médico para un enfermo. El sistema de comprometimiento es casi total.

Los asesinatos de dirigentes políticos opositores, sindicalistas, periodistas, campesinos o personas simples, por razones políticas se estiman, en los últimos cincuenta años en unos quinientos mil.

Por otra parte, los medios de difusión, en manos de esta misma estructura oligárquica de poder, predican diariamente mensajes especialmente estudiados para intimidar y adormecer la conciencia de las masas. La prédica del miedo al comunismo es todavía ampliamente utilizada para crear la incertidumbre y llevarlos a desinteresarse de la política, la cual llegan a rechazar como algo ajeno, corrupto y hasta peligroso, al margen de sus intereses. Está probado que quien domina los grandes medios de difusión, puede influir hasta en un 10, 15 o 20% de la votación si es capaz de estructurar una campaña con buenos argumentos, aunque estos sean falsos, y hoy esto se hace de forma científica desde los propios Estados Unidos, donde existen instituciones con la más moderna tecnología de información. La compra de votos ha sido práctica histórica aplicada en Colombia.

Aunque esto ha comenzado a cambiar, para una parte del pueblo en América Latina no existe “política”, sino “politiqueros” o “agentes de una mafia corrupta”. En Colombia todo esto es aún más complejo si se tiene en cuenta la violencia generada por el narcotráfico, y pandillas al servicio de algún poder político, los paramilitares, que actúan al margen de la ley con casi total impunidad y con un alto nivel de violencia y criminalidad.

Estas son algunas de las causas de que un 60% de los posibles votantes se hayan abstenido de hacerlo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del pasado día 25 de mayo. Además de que un 6% votó en blanco y un 2,5% anuló sus boletas.

Este mismo sistema, como señalábamos anteriormente, funciona aún en muchos países del llamado “Tercer Mundo”. Para cambiarlo, hay que hacer una verdadera revolución y despojar del poder a la oligarquía y a las clases poderosas, constituidas hoy por los dueños de los bancos y las grandes entidades financieras; el complejo militar-industrial que se le subordina; y sectores de las industrias más poderosas: petróleo y energía, químico-farmacéutico, y armamentos, entre los más sobresalientes. Existe una red reaccionaria, integrada por instituciones y partidos de derecha,  que actúa sobre estos principios a nivel internacional. Claro que en todos los países y en dependencia de su desarrollo económico, no funciona en la misma escala, pero si en variantes parecidas. En Cuba, la Revolución que triunfó hace más de cincuenta años, terminó con este sistema, que representaba lo que pretenden vendernos como “la normalidad establecida”.

Y a propósito de normalidad y respetando criterios ajenos ¿Será esta “la normalidad” a la que quisieran regresarnos algunos ¿ingenuos?, uno de ellos entrevistado recientemente por el periódico La Nación, de Buenos Aires?

A propósito de las elecciones en Colombia

Mientras, esperemos para ver lo que sucederá el próximo día 15 de junio en Colombia. Los dos candidatos que han quedado para la 2da. vuelta, son considerados de derecha, aunque uno aboga por continuar las negociaciones de paz y el otro amenaza con ponerle fin a estas. La izquierda, minoritaria, pero que con un 15% aproximadamente de los votos, podría inclinar el desenlace, parece decidirse a apoyar al “menos derechista”, el actual presidente Juan Manuel Santos, comprometido en los últimos años con alcanzar el final de una guerra que ha durado más de cincuenta años y desangrado al país, mediante conversaciones que representantes de su gobierno sostienen en La Habana con una delegación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ejército del Pueblo (FARC-EP), las cuales ya han aportado algunos modestos resultados. El otro candidato, Oscar Iván Zuluaga, abiertamente reaccionario y él mismo proclamado como seguidor de la narco-política practicada por el expresidente Álvaro Uribe, ha afirmado que pondrá fin inmediatamente a estas y sólo impondrá la paz (de los sepulcros), por la fuerza.

Las FARC-EP, no obstante, exigen que el diálogo no sólo concluya con deponer las armas, sino que también incluya la democratización política real, cambios importantes en la economía y la vida social y cultural, es decir transformaciones estructurales necesarias, especialmente en la cuestión agraria y rural. Esto supone que por delante queda un camino difícil de recorrer.

Un presidente de extrema derecha en Colombia, no sólo es una mala noticia para el pueblo colombiano, sino para toda América Latina, y especialmente para Venezuela, pues el imperio estadounidense seguramente ya tiene planes para lanzar desde allí, su guerra sucia contra la Revolución Bolivariana. Ya existen señales de que su recién nombrado embajador en Bogotá, Kevin Whitaker, se está moviendo con este objetivo y encabeza la contrarrevolución venezolana que ha establecido su estado mayor entre Bogotá y Miami.

| 03/06/2014