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Opinión

La lucha sectaria impulsada por Occidente, es un peligroso juego

La lucha sectaria impulsada por Occidente, es un peligroso juego

¿Podrán crear “Nuevo Medio Oriente” a través del “caos constructivo”?

Por Ernesto Gómez Abascal*  –  Especial Alahednews

La lucha sectaria impulsada por Occidente, es un peligroso juego

“Divide y vencerás”, es una consigna que ha servido desde tiempos inmemoriales a colonialistas e imperialistas y aún a otros grupos humanos anteriores en la historia, que   la han utilizado ampliamente en sus propósitos de dominación y explotación.  Sin embargo, esta malvada práctica, lejos de desaparecer, continúa aplicándose y aun se perfecciona.  Lo que ocurre en el Medio Oriente ofrece una clase magistral de ello.

A principios de año, publiqué un artículo,  llamando la atención sobre el peligroso juego que ponían en práctica los Estados Unidos y Occidente en la creación y sustento de grupos extremistas, a los que califiqué como “hijos de Frankenstein”, refiriéndome a aquellas bandas salafistas y takfiries, que antes habían utilizado contra las tropas soviéticas en Afganistán y después también  en los conflictos balcánicos, así como  en otras regiones.

De ahí nació Al Qaeda y sus diferentes ramas, y personajes como Ben Laden, quien según los del imperio, fue el organizador del ataque a las Torres Gemelas en New York y al edificio del Pentágono en Washington.  Acciones que sirvieron de argumento al gobierno de George W.
Bush, para lanzar su criminal y estúpida “guerra contra el terrorismo” a escala mundial.  El listado inicial de países a atacar, según afirmó haber visto el Gral. Wesley Clark en una oficina del Pentágono, incluía seis estados, todos islámicos y del Medio Oriente o zonas adyacentes.

Los teóricos del imperio, una vez concluida la “confrontación este-oeste”, donde proclamaban haber liquidado el proyecto socialista a nivel internacional, afirmaban que en lo adelante, sería “el choque de civilizaciones” el que impulsaría las nuevas guerras. En ese escenario, el Islam, debía ser el nuevo enemigo a derrotar.

En un discurso pronunciado en la Academia Militar de West Point, el presidente yanqui llamó a las tropas a estar preparadas para atacar  en 60 o más oscuros lugares del mundo. Los “hijos de Frankenstein”, después de la derrota soviética en Afganistán, se habían vuelto rápidamente contra sus padres occidentales, sus patrocinadores de las petromonarquías del Golfo los continuaron alimentando y apoyando, aunque no fuera tan abiertamente.

Sin embargo, esto no les sirvió de lección.  Ahora vemos como no han tenido escrúpulos en acudir a ellos en función de evitar pérdidas de sus propias tropas, y valiéndose de estados subordinados a sus intereses en el Golfo y en regiones cercanas, acudieron de nuevo a estas bandas terroristas, ampliadas y multiplicadas, para tratar de liquidar gobiernos en países, donde, aunque predomina la religión islámica, practican políticas contrarias a los intereses de Occidente y de la entidad sionista.

La llamada “primavera árabe”, iniciada ahora hace tres años, en muchos casos como justa rebelión popular contra despóticos aliados de los poderosos intereses imperiales, quienes practicaban políticas corruptas, antidemocráticas y contrarias de los derechos de sus propios pueblos y por tanto merecían ser derrocados, trataron de desvirtuarla y todavía lo pretenden, para  cambiar solo la cara de estos regímenes, salvarlos y en cambio, iniciar (o continuar) otra guerra contra aquellos que hacen oposición a su política imperial-sionista.

Este fue el caso de Libia, donde la guerra para eliminar al incoherente y a veces inconsecuente gobierno de Gadafi, cuya política no ofrecía confianza a los mandatarios de Washington, Londres, París y Tel Aviv, fue llevada a cabo no por la mayoría de su propio pueblo, sino por bandas terroristas apoyadas y dirigidas por grupos de los servicios especiales británicos, franceses y estadounidenses, y especialmente por la aviación de la OTAN, con respaldo financiero de los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. La aviación de la OTAN, gracias a una resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU con el propósito de “dar protección humanitaria a la población libia”, fue la que decidió el curso de la guerra, asesinando desde el aire, sin ningún costo humano para ellos, a miles  civiles, a los que se suponía debían  proteger. Libia ahora ha quedado sumida en el caos y dividida en enfrentamientos regionales y tribales.

Consumada esta criminal operación, “los hijos de Frankenstein” se pusieron en marcha y fueron trasladados hacia Siria, donde se estima que entraron en los últimos dos años, por sus extensas fronteras, unos ochenta mil terroristas. Un verdadero ejército que responde a decenas de organizaciones, dejando en una escasa minoría  a los sirios que se habían levantado contra el gobierno de Bashar al Assad.  Así penetraron  mercenarios de casi todos los rincones del mundo, apoyados por el abundante oro de las petromonarquías, en particular por los de la Casa de Saud y por sus competidores, los ricos gasíferos del minúsculo Qatar, quienes mantienen inútiles aspiraciones de llegar a ser gran potencia.

Pertrechados con moderno armamento, asesorados por especialistas militares de la OTAN que han puesto a su disposición información e inteligencia de última generación y utilizando las ventajas que le ofrece disponer de puntos de infiltración desde todos los países vecinos, no han podido sin embargo, después de más de dos años de criminal guerra sucia, vencer al valiente pueblo sirio, que después de ser tomado inicialmente por sorpresa ante tan gran ofensiva terrorista, se ha ido reponiendo y en los  meses recientes ha tomado la iniciativa en las operaciones militares.

El vocero del imperio, Barack Obama, tratando de impedir este curso de los acontecimientos, en un discurso pronunciado el 10 de septiembre, acusó al gobierno sirio de haber utilizado gas sarín contra la población en las afueras de Damasco, lo que supuestamente le permitiría, al igual que en Libia, utilizar las fuerzas coheteriles y aéreas, para poner fin a un conflicto que ya se alargaba demasiado y le creaba muchos inconvenientes, incluso en la situación política interna estadounidense.  Pero se equivocó de nuevo, y Rusia, comprometida con la defensa de Damasco, le aclaró que a pesar de no ser ya la Unión Soviética, la gran potencia que equilibraba al mundo de antes, poseía creciente capacidad militar disuasiva, para que su aventura pudiera devenir en verdadero holocausto.

A partir de entonces, las cosas han comenzado a cambiar.  Obama se replegó y al parecer, ante la preocupación de algunos de sus aliados occidentales, ha comenzado a limitar y hacer más selectiva su ayuda a los mercenarios y terroristas; emprendió negociaciones con Irán para buscar una solución al largo conflicto nuclear que los enfrentaba, lo cual ha provocado el disgusto del gobierno de Netanyahu y  del de Arabia Saudita.  De hecho se ha iniciado una distención auspiciada por iniciativas rusas, que ya tiene repercusiones positivas.

El gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo, la variante de los Hermanos Musulmanes turca, se ha sentido traicionada por Washington, pues el alargamiento de la guerra contra Siria desde sus fronteras lo desgasta y le crea no pocos problemas internos, y ya lo está sumiendo en profunda crisis. Los ricos monarcas del Golfo, desconcertados ante la política estadounidense, se han atrevido a criticar al gobierno de Washington y amenazan con actuar independientemente. 

En Arabia Saudita no ocultan el pánico ante un posible arreglo entre Washington y Teherán.

Para colmo, se incrementan los enfrentamientos y las pugnas internas entre los diferentes grupos terroristas que actúan en Siria.  Una parte de los kurdos sirios, combate exitosamente en la frontera turca, creando condiciones, alentadas por el gobierno de Damasco, para crear un territorio autónomo, lo cual repercute positivamente en la vecina comunidad kurda de Turquía.  El Ejército de Siria Libre prácticamente ha desaparecido y la oposición es dominada por mercenarios y terroristas.

La caída de los Hermanos Musulmanes en Egipto, a quienes el gobierno de Ankara consideraba su principal aliado, ha complicado aun más la situación política. Partidos y fuerzas sectarias islámicas en otros países donde habían incrementado su fuerza, alentados por la política imperialista, ahora se encuentran en retroceso.  Los Hermanos Musulmanes, desde su creación en 1928 en Egipto, mantuvieron contactos con los poderes colonialistas e imperialistas para combatir a las fuerzas progresistas y anti sionistas.

Ahora han tratado de ser utilizados de nuevo para promover la división y para tratar de poner en práctica la renovada vieja fórmula de dominación imperialista: “donde no puedas imponer tu control, estimula la división interna y la destrucción”.  Después que se destruyan y debiliten internamente, será más fácil volverlos a controlar. Esa política la han bautizado ahora con el nombre de “caos constructivo” y es la que se ha aplicado en Afganistán, Iraq, Egipto, Libia, Siria y pretenden extenderla al Líbano y otros países para trazar nuevas fronteras y crear su engendro del “Nuevo Medio Oriente”.

¡Veremos si pueden lograrlo!

*Escritor y periodista cubano, fue embajador de Cuba en varios países del Oriente Medio

| 30/12/2013