noscript

Opinión

Conflicto sirio, más allá de la religión

Conflicto sirio, más allá de la religión

La intolerancia religiosa de los takfirista y las verdaderas causas del conflicto

Por Manuel Vázquez*


Damasco (PL) En la céntrica mezquita de los Omeyas, de Damasco, está la tumba de San Juan Bautista, a pocos metros de donde, junto a los muros de ese lugar sagrado del mundo musulmán, yace el sultán Saladino, azote de los cruzados. Afuera, en los barrios de la ciudad, las iglesias se erigen sin menoscabo de las mayoritarias mezquitas.

Históricos puntos de inflexión han posibilitado que un credo u otro hayan predominado temporalmente, hasta que, tras el surgimiento del Islam, la mayor parte de la región se inclinó por esa religión monoteísta.

Breves episodios históricos, como las Cruzadas, con sus pretensiones de conquista de Tierra Santa, y el no tan velado propósito de controlar las rutas comerciales entre Europa y el Lejano Oriente, también dejaron su impronta en tierras sirias.

Conflicto sirio, más allá de la religión

Y es que Siria, como mosaico cultural del Medio Oriente, también lo ha sido durante buena parte de su historia en cuanto a la religión, como resultado de milenarias idas y venidas de multitud de dioses, acarreados por la mente de los hombres.

La postura estatal laica impulsada por los gobiernos de Hafez al-Assad y, hasta el presente por Bashar al-Assad, permitía la convivencia armoniosa de diferentes sectas islámicas, principalmente la mayoría sunita y la minoritaria alauita, junto al respeto a una población cristiana, que alcanza casi el 15 por ciento de los sirios.

Los viernes, mientras los musulmanes descansaban, para los cristianos continuaba su actividad normal, en tanto los domingos se invertía de manera natural esa situación. En tanto, santuarios de diversos credos eran frecuentados tanto por nacionales como extranjeros. Aún hoy, a la entrada de la mezquita de los Omeyas nadie le pregunta al viajero por su religión.

Llegó la guerra

A mediados de 2011 la realidad en Siria cambió, y para mal.

Algunos sectores de la población poco favorecidos por los cambios económicos impulsados por el Gobierno durante los últimos años iniciaron algunas manifestaciones de descontento en la provincia de Deraa, en el sur del país.

Con el estímulo calculado de naciones como Arabia Saudita, Jordania, Turquía y Qatar, aquellas demostraciones que en su inicio pudieron haber tenido legitimidad, rápidamente se tornaron en instrumento y pretexto para la injerencia extranjera. Y con la entrada masiva de mercenarios de hasta 83 naciones en territorio sirio, penetró el más radical de los pensamientos islámicos, llámese salafista o takfirista. Su intolerancia religiosa, propia de la Edad Media, convirtió a numerosas capas de la población siria en parias, desde el punto de vista de su interpretación extrema del Islam.

En las zonas que temporalmente están bajo control de esos grupos, los cristianos y alauitas (rama del universo musulmán), principalmente, tienen su vida pendiente de un hilo.

Son muchos los casos reportados de asesinatos en masa, como ocurrió el pasado agosto en varias aldeas alauitas de la provincia de Latakia, donde extremistas islámicos asesinaron a unos 190 civiles, llevándose como rehenes a más de 200 mujeres y niños, sólo por el hecho de ser musulmanes que piensan diferente a ellos. Los santuarios y monasterios cristianos, por otra parte, también  reciben la violencia sectaria.

En Damasco varias iglesias fueron blanco de proyectiles de mortero. En el más reciente de esos hechos, en la ciudad de Maalula, icono cristiano sirio y único lugar del mundo donde todavía se habla el arameo (la lengua de Jesús), el monasterio de Santa Tecla resultó allanado y sus monjas secuestradas. Mientras, en otras regiones al norte del país, numerosos templos y conventos cristianos ahora son ruinas, en tanto algunos clérigos de esa confesión han sido asesinados, otros secuestrados y el resto, amenazados de correr igual destino.

Conflicto sirio, más allá de la religión

En la ciudad de Jaramana, en el sur de Damasco y con una población mayoritariamente cristiana, los obuses de mortero lanzados por los armados caen con mucha más frecuencia que la lluvia. Los civiles asesinados de esa manera se cuentan por miles, entre ellos mujeres y niños. Esos crímenes y desmanes de los takfiristas han sido incluso denunciados desde dentro del Islam.

Así, el ulema Mohamed Tawfik Ramadán al-Bouti, presidente de la Federación de Ulemas Islámicos en el Levante, clamó por "la correcta comprensión del Islam, que tratan de distorsionar, incluso convirtiendo el más significativo lema para los musulmanes, "Allahu Akbar" (Dios es Grande), en símbolo de destrucción y de las peores formas de asesinato".

Causas reales

Visto ese escenario, tal pareciera que su guerra, autoproclamada "santa" por los yihadistas, tuviera como causa real la intolerancia religiosa y los intentos de imponer en Siria un estado islámico de corte wahabita (de Arabia Saudita).

Pero ello es sólo un subproducto de ambiciones más mundanas, que constituyen las verdaderas causas del conflicto: el dominio por parte de potencias occidentales e “Israel” de los recursos económicos en toda la región, que se extiende hasta el golfo Pérsico, rico en hidrocarburos.

Se conoce de planes de Washington, secundados por una aparente inacción de Tel Aviv,  para eliminar a los gobiernos de siete países "rebeldes" del Medio Oriente. En la lista aparecían Irán, Iraq, Siria y Libia, algo reconocido hasta por el general Wesley Clark.

Conflicto sirio, más allá de la religión

En ese contexto, Siria constituía uno de los puntos clave. Durante decenios Damasco se enfrentó a los planes israelíes de dominio regional, incluso con las armas en más de una guerra. También dio cobijo a varias organizaciones de la resistencia palestina. De hecho, el campamento palestino de Yarmouk es realmente una ciudad en la periferia sur de Damasco.

También ha constituido un importante apoyo para el movimiento patriótico Hezbollah, el cual se tornó particularmente incómodo a Tel Aviv tras evidenciar una sorprendente capacidad militar para derrotar, al menos localmente, al ejército israelí, como lo demostró en el sur libanés durante 2006.

A ello se le suma la tradicional amistad, más sólidos lazos económicos y militares primero, con la extinta Unión Soviética, y después con Rusia, que actualmente posee su única base naval en el mediterráneo en el puerto sirio de Tartous.

Pero, sobre todo, para Occidente -como definición político geográfica- Siria se mostraba como un estorbo por las crecientes relaciones económicas con Teherán, facilitadas por la afinidad religiosa de sus gobiernos.

Desde el punto de vista geoestratégico, Siria constituía el primer peldaño hacia los intentos de sometimiento del país persa, y hacia allí se dirigieron los instrumentos de dominación global con el empleo de cuanto desclasado de medio mundo se pudiera manipular con motivaciones religiosas.

*Corresponsal de Prensa Latina en Siria

| 05/12/2013