El doble atentado suicida del martes contra la embajada iraní en Beirut ha disparado los temores a una escalada de la violencia en Líbano, ya afectado por la guerra en Siria.

El último atentado, sumado a otros cuatro en los últimos meses (en la periferia de Beirut y Trípoli) con coches bomba, indica que los terroristas de doctrina takfirí se empeñan en hundir el territorio libanés en baño de sangre parecido al que provocaron en la vecina Siria o en la herido Iraq.


Se teme que la violencia continúe y que Líbano pague de nuevo el precio de los conflictos regionales, en concreto el que tiene lugar actualmente en Siria. Esta teoría se ve reforzada por los otros fallidos atentados, el catorce de octubre las fuerzas de seguridad evitaron una matanza en una zona residencial al desactivar un coche bomba estacionado cerca de una gasolinera, otra bomba que iba dirigida contra los civiles fue interceptada y desactivada tras la huida de su conductor justa el día de ayer 22 de noviembre (día de la independencia), en ambos casos los vehículos salieron de la localidad de Arsal, un pueblo fronterizo con Siria donde dominan grupos armados radicales que cuentan con la simpatía de los habitantes.


Mientras, las autoridades libanesas condenaron el ataque contra la sede diplomática iraní y llamaron a la calma y a la unidad para evitar los intentos de desestabilizar el país.

El presidente libanés, Michel Suleiman, ha declarado que el Líbano no permitirá que el terrorismo internacional destruya su "tejido social" ni que "partes extranjeras ajusten cuentas" en territorio libanés.