Internacional
Garrote y zanahoria en Colombia
Un país inmensamente rico, donde hay una gran población pobre
Por Joaquín R. Hernández - Alahednews
“Tanquetas, helicópteros artillados y desembarco de tropas, sobrevuelo de aviones de guerra, fusiles, perdigones, bombas aturdidoras, gases, bombas caseras con metralla…”, así informa un periodista sobre la represión de que son objetos los miles de manifestantes que desde el pasado 19 de agosto protagonizan el Paro Nacional Agrario en Colombia.
Las marchas y manifestaciones, así como los bloqueos de vías se han producido en veinticinco departamentos, con fuerza suficiente para que el gobierno colombiano, haya arremetido con violencia impresionante contra los manifestantes.
Las principales carreteras fueron militarizadas, en lo que las fuerzas participantes del ejército y la policía antimotines -la ahora ya famosa ESMAD- calificaron de “operativo contundente”.
¿Qué motiva estas impresionantes manifestaciones? Otro periodista resume las numerosas causas de este movimiento genuinamente popular:
“El impacto de las políticas económicas neoliberales, especialmente de la aplicación de los TLCs., la reforma tributaria, la entrega de recursos naturales (incluida la tierra) a transnacionales extranjeras y “nacionales”, el impacto de la mega-minería y demás proyectos energéticos, todo y mucho más, está obligando al pueblo colombiano a organizarse y prepararse para nuevas jornadas en donde salgamos unidos a la lucha, ya no con pliegos de peticiones sectoriales sino con consignas políticas de mayor calado para todos los explotados de Colombia.”
El país de grandes riquezas naturales
Todo esto se produce en uno de los países de mayor concentración de riquezas naturales de América Latina. Un país inmensamente rico, donde hay una gran población inmensamente pobre. Uno de los países que reúne más singularidades y contrastes en el continente: el centro del narcotráfico durante muchos años es también el escenario del movimiento guerrillero más antiguo.
Las guerrillas, en este caso las emblemáticas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, son desde hace meses también coprotagonistas de un diálogo con el gobierno colombiano que intenta poner fin a varias décadas de violencia, pero al mismo tiempo de hacer prevalecer -es la intención de la guerrilla- medidas sustanciales que cambien el escenario de explotación interna a que son sometidas grandes masas de colombianos, entre ellas las mismas que se movilizan hoy en los campos del país.
Pausa en el diálogo de paz
En La Habana se reanudaron esta semana las negociaciones entre la representación del ejecutivo colombiano y los representantes de las FARC, luego lo que estos últimos calificaron de “pausa” en las conversaciones, durante el fin de semana pasado.
La llamada pausa de reflexión se produjo ante la presentación por el gobierno de un proyecto de referéndum, que sometería a decisión popular las conclusiones a las que se pueda llegar en este diálogo.
El dirigente guerrillero Timoleón Jiménez advirtió en un artículo publicado en la prensa colombiana sobre las segundas intenciones de esta iniciativa, que según proclamaron sus gestores buscaría solamente un final expedito y democrático a las negociaciones.
“Cualquier otra fórmula, verbigracia una Constituyente, será desechada de inmediato con el solo argumento de que implicaría más trámites y demoras”, advirtió Jiménez, y añadió:
“En caso de que en la Mesa las FARC, por su inclinación a cualquier otro, se nieguen a admitir que el mecanismo de refrendación sea el referendo, es seguro que el gobierno nacional y los grandes medios van a lanzarse en masa contra ellas acusándolas de haber engañado al país.”
Solución a través de una reforma
Los argumentos y los planteamientos de la guerrilla se refieren a temas estructurales, que castigan desde hace mucho tiempo a la sociedad colombiana, y a los que solamente se abrirían posibilidades de solución a través de una reforma de gran calado de las bases constitucionales del país. Es decir, una modificación sustancial del statu quo actual, sobre el que basa su preeminencia la gran oligarquía colombiana.
“Es claro que el gobierno presiona en todas las formas por un acuerdo antes de fin de año”, prosigue Jiménez en un artículo aparecido ayer en la prensa bogotana. “Pero sus posiciones en la Mesa siguen siendo inamovibles en cuanto a no tocar un solo aspecto del orden establecido”.
“Eso no sería un acuerdo. Tampoco la paz por la que han luchado y entregado su vida tantos colombianos y tantos guerrilleros patriotas. Menos la paz por la que el pueblo raso de este país clama hoy día en calles, carreteras y plazas”, concluye Jiménez.
La posición gubernamental es claramente ambivalente. Su doble discurso promueve la aplicación de un método supuestamente democrático y urgente para concluir las conversaciones. Entre tanto, sus tropas, desplegadas sin misericordia contra masas desarmadas y pacíficas, recuerdan los peores episodios de las represiones que tanto han sufrido, de manos de dictaduras y gobiernos impopulares, los pueblos latinoamericanos.
Habrá nuevos episodios en la historia inmediata de este gran y pobre país.