Internacional
Dos muertos y tres mezquitas quemadas en Birmania
¿Se trata de limpieza étnica o de violencia comunitaria?
Las autoridades birmanas impusieron el toque de queda, luego de que tres mezquitas fueran destruidas el miércoles a consecuencia de supuestas violencias comunitarias que además causaron la muerte de dos personas, una de ellas monje budista, e hirieron a varias más en el centro de Birmania.
"El toque de queda fue impuesto porque la situación empeoraba", declaró un responsable policial, ha informado la AFP. "Intentamos controlar la situación (...) Todavía no ha vuelto a la normalidad".
La policía birmana confirmó la muerte de las dos víctimas. Un monje y otro hombre de 26 años, "que se encontraban hospitalizados con quemaduras, fallecieron", indicó un mensaje de la policía birmana.
"Tres mezquitas fueron destruidas. El toque de queda se mantiene de 20H00 a 05H00 de la mañana", precisó una fuente policial en Meiktila, cerca de Mandalay (norte).
La violencia parece que empezó el miércoles con una bronca que degeneró en un mercado entre un vendedor y unos clientes en Meiktila.
Todavía no se sabe las causas exactas del incidente, sin embargo, este tipo de hechos se producen en un país donde las relaciones se han vuelto extremadamente tensas entre budistas y musulmanes en los últimos meses.
En los últimos dos años, gran cantidad de musulmanes de la etnia rohingya ha tratado de huir en barcos por la represión sistemática ejercida por el Gobierno de Myanmar.
De hecho, los musulmanes de Myanmar no son reconocidos como una minoría por el Gobierno central y carecen de derechos civiles, pues las autoridades alegan que los rohingyas no son nativos: se los considera inmigrantes ilegales a pesar de que han vivido durante generaciones en ese país.
Dos oleadas de violencia entre miembros de la etnia budista rajini y musulmanes de la minoría de los rohingyas causaron al menos 180 muertos y más de 115.000 desplazados en 2012, en el Estado de Rajini (oeste).
La violencia, que desencadenó un intenso éxodo de balseros rohingyas en Asia del sureste, reveló un racismo profundamente anclado en la sociedad birmana, que en su gran mayoría considera el budismo como parte integrante de la cultura nacional.