Internacional
Sacrificó su vida para cumplir con su deber nacional
Lotfi Ezar, oficial de policía, falleció mientras hacía frente a grupos de delincuentes
Especial Alintiqad - Yosra Barhoumi
El 07 de febrero se celebró el funeral del oficial de policía Lotfi Ezar, sin pena ni gloria, en el cementerio de uno de los barrios más pobres de los suburbios de la capital de Túnez: Siyoumi.
El oficial de policía de 46 años, padre de cuatro hijos, falleció el 06 de febrero, el mismo día de la muerte de Belaid, mientras hacía frente, con sus colegas, a grupos de delincuentes, que poseían armas blancas, y que intentaban saquear tiendas comerciales en la zona de Bab Al-Yazira en el centro de la capital. Lotfi Ezar fue golpeado por una piedra en la altura del pecho y trasladado al hospital donde falleció en una hora avanzada de la tarde del mismo día.
Lo que llama la atención en el acontecimiento son las condiciones de trabajo de los oficiales de policía en acontecimientos parecidos, ni siquiera llevaban chalecos antibalas especialmente cuando sabemos bien que hay circulación ilegal de armas en el país. Además, la prima de riesgo de los agentes de policía no sobrepasa los veinte dinares tunecinos mientras su trabajo es unos de los más arriesgados en el mundo.
Esto y varios otros motivos eran la causa de la manifestación organizada por la Administración General de las Unidades de Intervención, la Unión General de la Guardia Nacional y la Coordinación General de la Unión de la Seguridad Pública el primero del mes en curso en la plaza del gobierno de Al-Kasaba cuya petición principal era la instauración de unas fuerzas de seguridad republicanas neutras que no se incluyen bajo la bandera de ningún partido político.
A pesar de que el funeral era organizado por el ministro de interior y asistido por gran número de colegas del difunto, los medios de comunicación no prestaron ninguna atención a la muerte del mártir que sacrificó su vida para cumplir con su deber nacional y para proteger a las propiedades públicas y privadas. Eso es un muestra del distanciamiento y del poco entendimiento que sembró el antiguo régimen entre el agente de seguridad y el ciudadano, el agente de seguridad que siempre se encontraba en el medio de una compleja ecuación, de un lado los órdenes de los altos mandos y de otro lado de su deber nacional de ser al servicio del pueblo.