Internacional
De la normalización al engaño
De la normalización al engaño: “Al Jazira” y compañía….la caída de la máscara
Un poquito más y el fenómeno de las dimisiones de “Al Jazira” sería lo más parecido a un show folclórico sin público y sin ningún tipo de atractivo, hasta el punto de que se podría decir que el tren (de las dimisiones) ya ha pasado y quien lo tomó a tiempo estaba siendo fiel a sus propias creencias cuando rehusó negociar con los principios en los que cree de cómo ejercer la profesión del periodismo televisivo.
Mientras salen algunos de los “pasajeros retrasados” a decir sobre esas dimisiones que son intentos de crear heroísmos imaginarios para no decir más. Lo que llama la atención a la hora de cubrir las noticias de las dimisiones consecutivas, lo que se viene mencionando en cartas y declaraciones que se regocijan en palabras como “profesionalidad”, “objetividad”, “credibilidad” y un sinfín de términos que se presentan como signo exclusivo del canal Qatarí o que sus dicentes se sentían bien usándolos en el ejercicio de la profesión de periodismo en ese canal, y los consideran acordes con sus ideologías que, a primera vista, hacen pensar a los lectores de esas cartas de dimisión que se encuentran ante un periodismo caritativo que ofrece servicios gratuitos a los telespectadores sin ningún deseo de conducir al público a una idea pensada o una actitud determinada. Esta idea o impresión de “periodismo caritativo” no existe sobre la faz de la tierra en absoluto ya que hasta las agencias de noticias más legendarias en esta profesión no presentan meras noticias desprovistas de sugestiones y señales políticas, salvo en aquellas noticias y acontecimientos escasos que no trastocan los intereses de los países y organismos en cuyo ámbito actúan estas agencias, sabiendo que esas agencias reciben grandes sumas de sus clientes que son medios de comunicación y órganos políticos y económicos y otros individuos e instituciones que quieren que se traten los acontecimientos de una forma determinada por lo que pagan grandes sumas de dinero para alcanzar su fin. Aun así, al repasar cualquier noticia, artículo o informe proveniente de la mayor agencia internacional de noticias encontramos que esconde una actitud y una directriz política, cultural e ideológica inclusive. ¿Cómo, pues, con los medios de comunicación que fácilmente se adivina el proyecto político en el que están sumidos?
Por supuesto que la regla arriba mencionada se puede aplicar sobre el canal de “Al Jazira” la cual ejerce a la perfección el arte del engaño del público con un caudal de cortos flashes (La opinión y la otra opinión) y las coberturas noticiarias desde sus comienzos y ejerció una operación de absorción de la consciencia de un público sediento de una nueva forma de cobertura periodística y lenguaje informativo y por su afán de saber. Este canal atravesó muchas controversias sobre la naturaleza de su trabajo, sabiendo por cualquier seguidor suyo que el canal es propiedad de la autoridad Qatarí y que forma parte de las herramientas de trabajo de este pequeño emirato que encontró en este fenómeno audiovisual informativo y posteriormente en sus líneas aireas una forma de inventarse papeles políticos que agrandan su volumen, comenzando por establecer relaciones diplomáticas con “Israel” como pasaporte hacia la inmunidad norteamericana para enfrentarse al padrino saudí y salir de debajo de su capa por lo que hubo que pagar un precio a Washington en “Tel Aviv”.
El público árabe disfrutó con las coberturas informativas del canal Qatarí pero desde sus comienzos se lanzaban, de vez en cuando, preguntas de la razón de la ausencia de críticas, notas o cobertura de lo que ocurre u ocurrió dentro del emirato de Qatar y de su familia gobernante. Esta pregunta surgía siempre en los razonamientos de la no nobleza y no equidistancia del canal Qatarí en el desempeño de su función informativa. Otra pregunta que surgía era cuando “Al Jazira” lanzaba ataques contra países y regímenes y que de repente retrocedían estos ataques para descubrir posteriormente que los intereses de El Emirato-Al Jazira se salvaron y el objetivo del jaleo informativo era conseguido. Y entre estas dos repetidas preguntas siempre se lanzaban preguntas sobre cuestiones y acontecimientos que “Al Jazira” no trataba con el mismo rasero que con otros acontecimientos y cuestiones, y esto era un tercer indicio de la pura función política que desempeña esta institución informativa para los interese del régimen familiar qatarí.
Pero lo más vil y peligroso de estos papeles que debía El Emirato-Al Jazira llevar a cabo como precio de su inmunidad continua por parte del protector norteamericano, era la operación de normalización organizada que llevó a cabo a favor de “Israel” con la teoría de “la opinión y la otra opinión” pues provocó que la víctima tenía una opinión (la árabe-palestina) y el verdugo (Israel) otra opinión. El canal, mediante esa teoría, se encargó a través de una serie de entrevistas bien organizadas con responsables, expertos, y analistas israelíes, de meter el elemento israelí en todas y cada una de las casas árabes, en calidad de ser un “elemento” de la sociedad de Oriente medio llegando a formar parte del ambiente en general, por consiguiente, derrumbó el muro psicológico entre los israelíes y la comunidad árabe, convirtiendo la “aparición” del primero en algo habitual acompañada por el “derecho” de defender su punto de vista, aunque sus aviones y sus misiles asesinaran los árabes en Palestina y Líbano, y en cualquier sitio donde el brazo del terrorismo israelí pueda llegar.
A pesar de que se ha hablado mucho al respecto, pero el ruido de la cobertura informativa desempeña como siempre el papel de acallar el debate y cumple la misión de la mejor manera, siempre bajo el pretexto de que la comunidad árabe necesita un “nuevo método” para tratar con los acontecimientos y las noticias, un método que erradique las experiencias de “Ahmad Said” y todos los que le precedieron y los que le siguieron de “herramientas propagandísticas radicales que no sirven para el mundo actual” (tal como se decía). Pero este fenómeno, con toda la confusión que conlleva, inevitablemente tenía que llegar a su fin, la llegada de las revoluciones árabes puso límite a ese canal desnudándolo del todo y de un solo golpe, sin dejar siquiera una oportunidad al publico de que recuperara el aliento, o tratándolo gradualmente para absorber el impacto, así que desvelaron los documentos, uno tras otro, con voces e imágenes, sin rodeos, la realidad de lo que hay “detrás de la noticia” de ese canal que no dejó lugar para la verdad convirtiéndose a sabiendas en un “testigo directo” de una época de falsificación que supera a “Adolf Hitler” y su ingenio propagandístico (Goebbels), por supuesto que, con la diferencia técnica que facilitan hoy en día los medios de comunicación electrónicos y las redes de comunicación social, así como los aparatos modernos y las sofisticadas cámaras que hacen más fácil la elaboración y composición de escenas que tal vez los creadores de imágenes en Hollywood necesitarían años para digerir esa experiencia y servirse de ella después de haber pasado toda la vida en fabricar un estereotipo del hombre árabe y musulmán donde arrojaron toda la basura.
Hoy en día, podemos leer en las declaraciones de renuncia de algunos trabajadores del canal expresiones de lamento y arrepentimiento por una experiencia mediática que creyeron ser única, teniendo en cuenta que en sus manos y en las del público hay información completa sobre la propiedad del canal, la financiación, y la entidad supervisora, asimismo como las cuentas políticas y económicas, y el papel desempeñado por ella y la cobertura arbitraria manifestada una y otra vez, de tal magnitud que sería muy extraño creer que “Al Jazira” fura un día periodismo caritativo sin animo de lucro político al servicio del emirato de Qatar y su familia gobernante.
Lo cierto es que la audiencia árabe siempre ha sido víctima de operaciones de engaño manejadas con alta precisión, lo que implica que cada carta de dimisión de “Al Jazira” o de sus semejantes en el engaño, debería ir acompañada con un mensaje de disculpas por haber demorado en salir de las salas negras, con la esperanza de que el fracaso y la caída de la experiencia de “Al Jazira” y sus semejantes, coincidiendo, por suerte, con la caída de algunos regímenes del despotismo político, sea el final de la desolación del público que está buscando siempre la verdad con dobles esfuerzos, para por fin encontrarla, aunque sea un poco tarde.
Abdul Hussein Chbib
| Un poquito más y el fenómeno de las dimisiones de “Al Jazira” sería lo más parecido a un show folclórico sin público y sin ningún tipo de atractivo, hasta el punto de que se podría decir que el tren (de las dimisiones) ya ha pasado y quien lo tomó a tiempo estaba siendo fiel a sus propias creencias cuando rehusó negociar con los principios en los que cree de cómo ejercer la profesión del periodismo televisivo.
Mientras salen algunos de los “pasajeros retrasados” a decir sobre esas dimisiones que son intentos de crear heroísmos imaginarios para no decir más. Lo que llama la atención a la hora de cubrir las noticias de las dimisiones consecutivas, lo que se viene mencionando en cartas y declaraciones que se regocijan en palabras como “profesionalidad”, “objetividad”, “credibilidad” y un sinfín de términos que se presentan como signo exclusivo del canal Qatarí o que sus dicentes se sentían bien usándolos en el ejercicio de la profesión de periodismo en ese canal, y los consideran acordes con sus ideologías que, a primera vista, hacen pensar a los lectores de esas cartas de dimisión que se encuentran ante un periodismo caritativo que ofrece servicios gratuitos a los telespectadores sin ningún deseo de conducir al público a una idea pensada o una actitud determinada. Esta idea o impresión de “periodismo caritativo” no existe sobre la faz de la tierra en absoluto ya que hasta las agencias de noticias más legendarias en esta profesión no presentan meras noticias desprovistas de sugestiones y señales políticas, salvo en aquellas noticias y acontecimientos escasos que no trastocan los intereses de los países y organismos en cuyo ámbito actúan estas agencias, sabiendo que esas agencias reciben grandes sumas de sus clientes que son medios de comunicación y órganos políticos y económicos y otros individuos e instituciones que quieren que se traten los acontecimientos de una forma determinada por lo que pagan grandes sumas de dinero para alcanzar su fin. Aun así, al repasar cualquier noticia, artículo o informe proveniente de la mayor agencia internacional de noticias encontramos que esconde una actitud y una directriz política, cultural e ideológica inclusive. ¿Cómo, pues, con los medios de comunicación que fácilmente se adivina el proyecto político en el que están sumidos?
Por supuesto que la regla arriba mencionada se puede aplicar sobre el canal de “Al Jazira” la cual ejerce a la perfección el arte del engaño del público con un caudal de cortos flashes (La opinión y la otra opinión) y las coberturas noticiarias desde sus comienzos y ejerció una operación de absorción de la consciencia de un público sediento de una nueva forma de cobertura periodística y lenguaje informativo y por su afán de saber. Este canal atravesó muchas controversias sobre la naturaleza de su trabajo, sabiendo por cualquier seguidor suyo que el canal es propiedad de la autoridad Qatarí y que forma parte de las herramientas de trabajo de este pequeño emirato que encontró en este fenómeno audiovisual informativo y posteriormente en sus líneas aireas una forma de inventarse papeles políticos que agrandan su volumen, comenzando por establecer relaciones diplomáticas con “Israel” como pasaporte hacia la inmunidad norteamericana para enfrentarse al padrino saudí y salir de debajo de su capa por lo que hubo que pagar un precio a Washington en “Tel Aviv”.
El público árabe disfrutó con las coberturas informativas del canal Qatarí pero desde sus comienzos se lanzaban, de vez en cuando, preguntas de la razón de la ausencia de críticas, notas o cobertura de lo que ocurre u ocurrió dentro del emirato de Qatar y de su familia gobernante. Esta pregunta surgía siempre en los razonamientos de la no nobleza y no equidistancia del canal Qatarí en el desempeño de su función informativa. Otra pregunta que surgía era cuando “Al Jazira” lanzaba ataques contra países y regímenes y que de repente retrocedían estos ataques para descubrir posteriormente que los intereses de El Emirato-Al Jazira se salvaron y el objetivo del jaleo informativo era conseguido. Y entre estas dos repetidas preguntas siempre se lanzaban preguntas sobre cuestiones y acontecimientos que “Al Jazira” no trataba con el mismo rasero que con otros acontecimientos y cuestiones, y esto era un tercer indicio de la pura función política que desempeña esta institución informativa para los interese del régimen familiar qatarí.
Pero lo más vil y peligroso de estos papeles que debía El Emirato-Al Jazira llevar a cabo como precio de su inmunidad continua por parte del protector norteamericano, era la operación de normalización organizada que llevó a cabo a favor de “Israel” con la teoría de “la opinión y la otra opinión” pues provocó que la víctima tenía una opinión (la árabe-palestina) y el verdugo (Israel) otra opinión. El canal, mediante esa teoría, se encargó a través de una serie de entrevistas bien organizadas con responsables, expertos, y analistas israelíes, de meter el elemento israelí en todas y cada una de las casas árabes, en calidad de ser un “elemento” de la sociedad de Oriente medio llegando a formar parte del ambiente en general, por consiguiente, derrumbó el muro psicológico entre los israelíes y la comunidad árabe, convirtiendo la “aparición” del primero en algo habitual acompañada por el “derecho” de defender su punto de vista, aunque sus aviones y sus misiles asesinaran los árabes en Palestina y Líbano, y en cualquier sitio donde el brazo del terrorismo israelí pueda llegar.
A pesar de que se ha hablado mucho al respecto, pero el ruido de la cobertura informativa desempeña como siempre el papel de acallar el debate y cumple la misión de la mejor manera, siempre bajo el pretexto de que la comunidad árabe necesita un “nuevo método” para tratar con los acontecimientos y las noticias, un método que erradique las experiencias de “Ahmad Said” y todos los que le precedieron y los que le siguieron de “herramientas propagandísticas radicales que no sirven para el mundo actual” (tal como se decía). Pero este fenómeno, con toda la confusión que conlleva, inevitablemente tenía que llegar a su fin, la llegada de las revoluciones árabes puso límite a ese canal desnudándolo del todo y de un solo golpe, sin dejar siquiera una oportunidad al publico de que recuperara el aliento, o tratándolo gradualmente para absorber el impacto, así que desvelaron los documentos, uno tras otro, con voces e imágenes, sin rodeos, la realidad de lo que hay “detrás de la noticia” de ese canal que no dejó lugar para la verdad convirtiéndose a sabiendas en un “testigo directo” de una época de falsificación que supera a “Adolf Hitler” y su ingenio propagandístico (Goebbels), por supuesto que, con la diferencia técnica que facilitan hoy en día los medios de comunicación electrónicos y las redes de comunicación social, así como los aparatos modernos y las sofisticadas cámaras que hacen más fácil la elaboración y composición de escenas que tal vez los creadores de imágenes en Hollywood necesitarían años para digerir esa experiencia y servirse de ella después de haber pasado toda la vida en fabricar un estereotipo del hombre árabe y musulmán donde arrojaron toda la basura.
Hoy en día, podemos leer en las declaraciones de renuncia de algunos trabajadores del canal expresiones de lamento y arrepentimiento por una experiencia mediática que creyeron ser única, teniendo en cuenta que en sus manos y en las del público hay información completa sobre la propiedad del canal, la financiación, y la entidad supervisora, asimismo como las cuentas políticas y económicas, y el papel desempeñado por ella y la cobertura arbitraria manifestada una y otra vez, de tal magnitud que sería muy extraño creer que “Al Jazira” fura un día periodismo caritativo sin animo de lucro político al servicio del emirato de Qatar y su familia gobernante.
Lo cierto es que la audiencia árabe siempre ha sido víctima de operaciones de engaño manejadas con alta precisión, lo que implica que cada carta de dimisión de “Al Jazira” o de sus semejantes en el engaño, debería ir acompañada con un mensaje de disculpas por haber demorado en salir de las salas negras, con la esperanza de que el fracaso y la caída de la experiencia de “Al Jazira” y sus semejantes, coincidiendo, por suerte, con la caída de algunos regímenes del despotismo político, sea el final de la desolación del público que está buscando siempre la verdad con dobles esfuerzos, para por fin encontrarla, aunque sea un poco tarde.
Abdul Hussein Chbib