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La verdadera amenaza: ¿Irán o Estados Unidos y la entidad sionista?

El modelo islámico iraní es el único facultado para corregir la orientación de la historia

La conocida historia de la fontaine sobre el lobo y el cordero no es plenamente aplicable a las tensas relaciones entre Irán y el campamento norteamericano de la maldad. El lobo norteamericano rompió los colmillos en Iraq y Afganistán, tiene sangrados los ojos y los oídos; En cuanto al israelí, no se atreve a emprender una guerra contra Líbano, uno de los países árabes más diminutos, amortiguando de esta forma su gran derrota en aquel verano del 2006. De otra parte, el cordero iraní creció mucho y se hizo más fuerte y más gallardo.

Lo que está pasando en realidad es una restauración de hechos históricos mencionados en el libro sagrado, la tragedia del profeta Yahia (Juan el bautista) y luego el camino de sufrimiento de Jesucristo (p).

Con el fin de apagar la voz de la verdad, con la que exclamaba el profeta Yehia (p) a los cuatro vientos, mientras los que se creían civilizados y creyentes se tapaban los oídos, y con el fin de que sea la última palabra la de la injusticia, la corrupción y la infamia, era necesario que la cabeza de Yehia (p) fuese decapitada y ofrecida sobre una bandeja de plata a Herodía quien le tenía odio por haber condenado su ilegal matrimonio con Herodes, el rey de los judíos y el hermano de su verdadero marido.

Para el mismo fin, los cleros judíos, los escribas, y los fariseos persiguieron a Jesucristo y reclamaron su muerte. Cuando el gobernante romano les propuso su puesta en libertad porque la ley judía permitía liberar a un condenado cada año durante las celebraciones de una determinada fiesta, insistieron en que el liberado fuera el criminal Barrabás en lugar de Jesús (p) el compasivo cordero de Dios.

Las similitudes son muchas entre la injusticia y la hipocresía, en las acusaciones formuladas contra Juan el bautista y Jesús, y las que, hoy en día, es objeto Irán. Después de las muchas acusaciones anteriores de extremismo y de querer exportar la revolución, y de pertenecer al eje del mal, viene últimamente la nueva acusación de que Irán constituye una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, o lo que dijo el ministro de Exteriores israelí recientemente, que no es solamente una amenaza para la seguridad de “Israel”, sino también para toda la humanidad.

Es el cuento del delincuente que se presenta con la imagen del defensor de los valores del bien, de la libertad y la justicia, y tacha al inocente con acusaciones criminales. Estados Unidos, más allá de sus conocidos crímenes, se sabe de sobra que es el país pionero en amenazar la seguridad de otras naciones. Ha emprendido decenas de guerras e invasiones contra países que distan miles de kilómetros de sus fronteras desde que finalizó la segunda guerra mundial, y se involucró en dos grandes guerras en los últimos años, en el marco de la tercera guerra mundial anunciada por la administración de Bush (el hijo) contra el mundo tras los ataques del 11 de septiembre de 2011.

Actualmente, Estados Unidos esparce sus flotas y sus bases militares en todas partes del mundo, de forma individual o con participación de sus aliados de la OTAN, con el único propósito de eliminar cualquier intento por parte de los pueblos de librarse de la hegemonía estadounidense.

En cuanto a la entidad sionista, se sabe que es una entidad artificial que aportó una parte de la diáspora judía, y que no se limitó a amenazar la seguridad de los palestinos y árabes, sino ocupó la tierra de Palestina y expulsó a su legitimo pueblo después de perseguirlo asesinando a muchos, por medio de la violencia y el terrorismo. Esta entidad hasta el momento niega de reconocer las fronteras acordadas con otros países árabes adyacentes, es más, declara con toda claridad su ambición de expandir sus fronteras hasta alcanzar la región comprendida entre los dos ríos, el Nilo y el Éufrates, para entonces anunciar el establecimiento de la “israel celestial” sobre todo el planeta.

Estados Unidos se proclama explícitamente como el líder del mundo, y está obrando sin rodeos para establecer el imperio americano mundial, encima de los escombros del viejo continente y el resto de los países más “viejos”, y la entidad sionista se considera a sí misma el heredero legitimo de la tierra de sus antepasados que pretende que la hayan obtenido como un regalo de Jehová… Sin embargo, a pesar de todas estas tendencias enfermizas, osan a acusar a Irán de presentar una amenaza a la humanidad.

Irán, que nunca ha atacado a ningún otro país, desde los primeros días de la revolución islámica, fue víctima de una guerra mundial e injusta que perduró ocho años, lanzada por el régimen de Saddam Hussein y respaldada por Occidente y la mayoría de los estados árabes. La misma Irán está acusada hoy en día de que procura obtener armas nucleares. Lo más ridículo del caso es que los mismos que la acusan tienen armas nucleares suficientes para destruir el planeta miles de veces, mientras el programa nuclear iraní no pasa de ser un programa por fines pacíficos.

No obstante, los norteamericanos y los israelíes cuando acusan de que Irán constituye un peligro y una amenaza, dicha amenaza no está dirigida contra la humanidad o contra la seguridad nacional de Estados Unidos, ni siquiera contra los judíos, pero sí amenaza los planes de dominio EE.UU-OTAN-israelí en la región y en el mundo.

Es verdad que Irán, hoy en día, cuenta con una fuerza militar suficiente para defenderse ante cualquier ataque, y para lanzar ataques cuando la situación lo requiere por razones defensivas. También es verdad que Irán tiende la mano de ayuda a la resistencia en Líbano y Palestina, al mismo tiempo que apoya a los dos estados iraquí y sirio contra lo que enfrentan de conspiraciones.

Mas, esta fuerza no es precisamente la que provoca los temores del campamento de la maldad. En un mundo donde el Occidente capitalista lo llevó a la quiebra y la catástrofe, y en un mundo árabe e islámico donde sus riquezas buscan un modelo de salvación, el modelo islámico iraní es el único facultado para corregir la orientación de la historia.

Akil Sheich Hussein

| 31/03/2012