El último balance de las víctimas de los enfrentamientos entre milicias y residentes armados en Trípoli asciende a 31 muertos y más de 300 heridos, según fuentes del ministerio de Sanidad.

Los choques del viernes, los más violentos que se han visto en Trípoli en varios meses, comenzaron cuando milicianos dispararon contra cientos de manifestantes que exigían su expulsión de la capital, tras los repetidos enfrentamientos con otras facciones armadas por el control de diversos barrios. “La manifestación era pacífica y había sido permitida por el Ministerio del Interior, y entonces se abrió fuego contra los manifestantes mientras entraban en el distrito de Gharghur", donde se encuentra el cuartel de la milicia, dijo el primer ministro Ali Zeidan en una entrevista con Reuters TV y el canal de televisión local Ahrar.


La multitud gritaba "¡No queremos milicias armadas!" cuando fueron tiroteados por los milicianos armados. En un principio, los manifestantes se replegaron, pero después volvieron fuertemente armados para atacar los edificios donde se habían escondido los milicianos, en su gran mayoría procedentes de la ciudad costera de Misrata.

Decenas de soldados en camiones militares llegaron posteriormente para intentar separar a la multitud y a los milicianos en el recinto, y cerraron los accesos para evitar que más gente armada se uniera a la pelea.


Las bandas armadas y excombatientes se han negado a entregar sus armas tras la caída de Gadafi. Las autoridades libias intentaron controlar las milicias poniéndolas en nómina del Ejecutivo y reclutándolas para tareas de seguridad en Trípoli y otras ciudades.

Sin embargo, los milicianos se mantienen leales a sus propios comandantes en vez de a las autoridades estatales y luchan para controlar áreas locales, contrabandear con armas o drogas, y dirimir disputas personales.