El paisaje ha cambiado súbitamente sobre el terreno en Siria y los éxitos del Ejército sirio se multiplican en la mayoría de los frentes, especialmente en las provincias de Damasco, de Alepo y de Deraa. ¿Cuál es el secreto de estos acontecimientos?

Fuentes bien informadas indican que los civiles y los rebeldes arrepentidos han proporcionado valiosas informaciones al Ejército, lo que ha facilitado la progresión de éste en el campo de Damasco. Este tipo de información es lo que faltaba en los pasados meses.


Por otro lado, el Ejército ha dado pruebas de flexibilidad con los rebeldes arrepentidos, permitiendo la reintegración de los mismos en la sociedad e incluso en las filas del propio Ejército.

A ello hay que sumar que el Ejército sirio ha introducido nuevas tácticas de combate. Él envía equipos de reconocimiento para estudiar los detalles del terreno antes de establecer sus planes. También cuenta con el efecto de los ataques sorpresa, utiliza pequeñas unidades de infantería y cuenta menos con la aviación.

El Ejército ha adquirido una gran experiencia en la lucha contrainsurgencia. Él sabe que la primera línea de defensa es la más importante para los grupos armados. Cuando esta línea se hunde, todas las posiciones posteriores caen fácil y rápidamente como se produjo en la batalla de Al Qussair y la más recientemente en la de Janasser, en la provincia de Alepo.

Los soldados sirios señalan que el hundimiento de la línea de defensa de los rebeldes en esta localidad hizo perder a los militantes el control de varias decenas de localidades que se hallaban en los alrededores y abrió la ruta hacia Alepo.

Algunos residentes han contribuido también al éxito del Ejército al convencer a los rebeldes de que se rindan a las tropas regulares, como sucedió en la localidad de Mitrass, cerca de Misiaf, que fue tomada después de sólo unas escaramuzas limitadas.

Una nueva ecuación está surgiendo, pues, debido a las presiones ejercidas por los habitantes sobre los milicianos a fin de que arrojen las armas para evitar una destrucción de sus localidades y un éxodo de la población local. Sin embargo, esto es imposible en las provincias controladas por los extremistas del Estado Islámico en Iraq y Siria o el Frente al Nusra.


Diversas fuentes explican el hundimiento de los frentes rebeldes por el hecho de que estos últimos ya no disponen de apoyo popular en la mayor parte de las regiones.

Mientras tanto, el Estado no se ha debilitado. Él continúa pagando los salarios y pensiones, incluyendo las subidas periódicas correspondientes de los mismos. Además, los sirios saben ya que cada batalla termina con una victoria del Ejército.

Por el contrario, los rebeldes imponen sus decisiones a la población por medio de la fuerza y el terror y dañan la economía local: los pozos de petróleo son saqueados, las refinerías son incendiadas, las mujeres son tomadas como botín de guerra, la extorsión se generaliza y las costumbres extremistas venidas del extranjero se imponen en nombre de la religión.

Es necesario, pues, constatar que el Ejército progresa en estos últimos días en una amplia zona que va desde Deir Ezzor, en la frontera con Iraq, hasta Deraa, cerca de Jordania, pasando por Damasco y Alepo. Al ritmo actual, nuevas realidades emergerán en Siria en un futuro muy próximo y la Conferencia de Ginebra-2 ya no será ni siquiera necesaria para imponer una solución.