Seleccionados
¿Quieren armas?
Ahí las tienen
Por (Fran Ruiz)
No le den más vueltas ni se pregunten ¿por qué? La tragedia de ayer (Viernes) tiene una respuesta muy simple: Estados Unidos posee entre 270 y 300 millones de armas y es el país con más civiles que poseen armas en todo el mundo — de hecho, casi tantas como habitantes tiene —, así que, por lógica, es el que sufre el mayor número de tiroteos y matanza del mundo. (La mala suerte es que vivimos encima de ese país y las armas que allí se venden libremente son las que alimentan la ola criminal en México; pero hoy toca hablar de la desgracia que, esta vez, les ha ocurrido a ellos).
El destino a veces es cruel y ha querido que la escuela donde ha ocurrido la peor matanza de la historia se llame Sandy, como el devastador huracán que arrasó la costa este hace dos meses; ha querido también que coincida con el aniversario, hoy, de la proclamación de la Segunda Enmienda de la Constitución de EU, la que reconoce el derecho de cada ciudadano a poseer armas — las que sean y cuantas quieran — y a usarlas, en caso de que se sientan en peligro. La polémica enmienda se redactó el 15 de diciembre de 1791, pensando en los peligros que iban a enfrentar unos miedosos colonos ingleses ante un mundo salvaje y desconocido.
Han pasado ya 221 años y los estadunidenses no solo no han perdido el miedo, sino que se han hecho estúpidamente adictos a las armas, y cada vez más. En 1990, el 41% de los estadunidenses se mostró favorable a prohibir la posesión de armas, un porcentaje tan bajo que escandalizaría a cualquier sociedad occidental. Pues bien, pese a los tiroteos diarios en cualquier punto del país y a las periódicas matanzas, en 2011 sólo el 26% de los estadunidenses pedía un país libre de armas, un lamentable récord histórico.
El gusto por la posesión de armas no entiende ni de ideología ni de razas: todos sucumben al encanto de las pistolas. Al presidente Barack Obama también le gustan mucho, aunque quisiera más controles. Pero ni algunos demócratas ni todos los congresistas republicanos ni la opinión pública quieren; al contrario: si en 1990 el 78% pedía más controles, ahora es sólo el 27%. ¿Qué les pasa a los gringos?
La consecuencia es, como recuerda “El País”, que las normas para adquirir armas no solo no se han hecho más exigentes sino que se han reducido. Hoy es legal en algunos estados exhibir armas en lugares públicos o llevarlas cargadas en la guantera del coche. La National Instant Check System, contabilizó casi 17 millones de armas vendidas este 2012, el doble de lo que se vendía anualmente hace una década.
Visto desde fuera la conclusión es que la sociedad estadunidense está enferma y prefiere soportar una media de 10 mil asesinatos al año por armas de fuego, antes de que tocar la Segunda Enmienda.
Hoy, mañana y las semanas siguientes habrá voces que exigirán un cambio de leyes, entre ellas la de un conmocionado presidente Obama, que también pareció haber dicho basta ya. Sin embargo, mucho me temo que el debate se apagará y no se reactivará hasta la próxima masacre.
La única esperanza es que ayer se haya cruzado una línea roja con la peor matanza de niños de la historia reciente de EU, y que el sacrificio inútil de inocentes sirva para que los adultos entiendan, de una vez por todas, que hay que pasar a la acción y que hay que obligar al presidente y a los congresistas a que frenen ya esta locura.
| Por (Fran Ruiz)
No le den más vueltas ni se pregunten ¿por qué? La tragedia de ayer (Viernes) tiene una respuesta muy simple: Estados Unidos posee entre 270 y 300 millones de armas y es el país con más civiles que poseen armas en todo el mundo — de hecho, casi tantas como habitantes tiene —, así que, por lógica, es el que sufre el mayor número de tiroteos y matanza del mundo. (La mala suerte es que vivimos encima de ese país y las armas que allí se venden libremente son las que alimentan la ola criminal en México; pero hoy toca hablar de la desgracia que, esta vez, les ha ocurrido a ellos).
El destino a veces es cruel y ha querido que la escuela donde ha ocurrido la peor matanza de la historia se llame Sandy, como el devastador huracán que arrasó la costa este hace dos meses; ha querido también que coincida con el aniversario, hoy, de la proclamación de la Segunda Enmienda de la Constitución de EU, la que reconoce el derecho de cada ciudadano a poseer armas — las que sean y cuantas quieran — y a usarlas, en caso de que se sientan en peligro. La polémica enmienda se redactó el 15 de diciembre de 1791, pensando en los peligros que iban a enfrentar unos miedosos colonos ingleses ante un mundo salvaje y desconocido.
Han pasado ya 221 años y los estadunidenses no solo no han perdido el miedo, sino que se han hecho estúpidamente adictos a las armas, y cada vez más. En 1990, el 41% de los estadunidenses se mostró favorable a prohibir la posesión de armas, un porcentaje tan bajo que escandalizaría a cualquier sociedad occidental. Pues bien, pese a los tiroteos diarios en cualquier punto del país y a las periódicas matanzas, en 2011 sólo el 26% de los estadunidenses pedía un país libre de armas, un lamentable récord histórico.
El gusto por la posesión de armas no entiende ni de ideología ni de razas: todos sucumben al encanto de las pistolas. Al presidente Barack Obama también le gustan mucho, aunque quisiera más controles. Pero ni algunos demócratas ni todos los congresistas republicanos ni la opinión pública quieren; al contrario: si en 1990 el 78% pedía más controles, ahora es sólo el 27%. ¿Qué les pasa a los gringos?
La consecuencia es, como recuerda “El País”, que las normas para adquirir armas no solo no se han hecho más exigentes sino que se han reducido. Hoy es legal en algunos estados exhibir armas en lugares públicos o llevarlas cargadas en la guantera del coche. La National Instant Check System, contabilizó casi 17 millones de armas vendidas este 2012, el doble de lo que se vendía anualmente hace una década.
Visto desde fuera la conclusión es que la sociedad estadunidense está enferma y prefiere soportar una media de 10 mil asesinatos al año por armas de fuego, antes de que tocar la Segunda Enmienda.
Hoy, mañana y las semanas siguientes habrá voces que exigirán un cambio de leyes, entre ellas la de un conmocionado presidente Obama, que también pareció haber dicho basta ya. Sin embargo, mucho me temo que el debate se apagará y no se reactivará hasta la próxima masacre.
La única esperanza es que ayer se haya cruzado una línea roja con la peor matanza de niños de la historia reciente de EU, y que el sacrificio inútil de inocentes sirva para que los adultos entiendan, de una vez por todas, que hay que pasar a la acción y que hay que obligar al presidente y a los congresistas a que frenen ya esta locura.