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Memorias de gloriosos días que cambiaron la historia
Pisándole los talones al enemigo, y liberar a los prisioneros
En Qantara empezó todo… dos grandes puertas metálicas, que servían de paso a la “franja fronteriza ocupada”, los cascos azules encargados de vigilarlas no pudieron detener las multitudes que se abalanzaban hacia las puertas, arrancaron la primera… y luego la otra, y la marcha siguió.
La oleada humana se adentró en tierras que llevaban 22 largos y dolorosos años bajo ocupación israelí, no se veían armas, pero la Resistencia estaba presente en cada momento con fuerza.
Los pueblos se han liberado, uno tras otro, las fortalezas del enemigo israelí caían, una tras otra, la milicia de colaboradores se derrumbaba, en una noche la franja fronteriza se dividió en dos, y comenzó la derrota total israelí.
La gente no se creía sus ojos, sorprendidos y muy alegres.
El 22 de mayo 2000, la situación en el sur del Líbano se resume así: el retorno de muchos pueblos al seno de la patria después de 22 años de ocupación, los combatientes de la Resistencia Islámica salían de los campos de olivares, atacaban los puestos militares de los israelíes y sus colaboradores, las fuerzas del enemigo se retiraban a una velocidad vertiginosa dejando atrás su armamento, sus tanques, y sus títeres. Los miembros de la milicia de Antoine Lahd se entregaban a los combatientes de Hezbolá.
Pero esta alegría se mezclaba con lágrimas, el dolor de los mártires caídos y decenas de heridos resultado del bombardeo de la venganza y la histeria de los israelíes, que trataron de repeler a las procesiones de miles de personas que regresaban a sus aldeas liberadas, como resultado de su sensación de impotencia frente a la voluntad popular, que se apresuraron a recuperar el resto de la patria.
El 23 de mayo 2000, la mayoría de los pueblos de la “franja fronteriza ocupada” ya estaban liberados, el resto de los puestos militares israelíes caía bajo el fuego de los combatientes de la Resistencia Islámica, y la milicia del traidor Antoin Lahd se derrumbó, los colaboradores con el enemigo israelí se rendían y se entregaban a los combatientes. Pero “Alkhyam” todavía estaba bajo ocupación, en cuya colina se sitúa el conocido “campo de concentración” donde los israelíes encerraban a los prisioneros libaneses.
Al ritmo de las voces que cantaban la victoria en los pueblos cercanos, y movidos por las imágenes en vivo transmitidas por los medios de comunicación, los habitantes de Elkhyam, junto a familiares de los prisioneros, se dirigieron hacia la “cárcel”, cuyo nombre se pegó al nombre del pueblo desde su creación, convertido en símbolo de tortura y brutalidad sufridas por centenares de hombres y jóvenes, incluso de mujeres, en sus celdas.
La gente se agrupó al lado de la puerta de la “cárcel”, los guardias de la milicia de Lahd, apoderados por el pánico ante la escena de la multitud y su insistencia de entrar, huyeron en sus vehículos blindados, disparando con sus armas para dispersar a la multitud y abrirse camino, y se dirigieron hacia la frontera. Al impacto de los gritos de "Allahu Akbar", los ciudadanos entraron dando rienda suelta a los gritos de alegría, reventaron los cerrojos y liberaron a los ciento cuarenta y cuatro prisioneros que estaban en las celdas.
Un momento que más bien parece un milagro... manera única de recuperar la libertad... los liberados se echaron a llorar de emoción, más de uno se desmayaron, algunos no podían caminar por las torturas que los causaron incapacidad permanente.
Tanto los liberados como los libertadores se concentraron en la plaza del pueblo para celebrar el día de la libertad y la victoria.