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Estados Unidos en Iraq, ¿entre la espada y la pared?
La compleja situación llega en un momento inoportuno para EEUU
Por Roberto García Hernández *
La Habana (PL) Estados Unidos enfrenta una de las peores situaciones en política exterior de los últimos años: la ofensiva de los grupos insurgentes iraquíes que lograron ocupar varias ciudades del país árabe y avanzan hacia Bagdad, estiman expertos.
Esta difícil coyuntura pone al presidente Barack Obama ante una disyuntiva difícil, pues de cierta forma el mandatario está obligado a tomar decisiones sobre una eventual ayuda militar a los gobernantes iraquíes con el fin de detener el avance del Ejército Islámico de Iraq y Levante (EIIL).
Para el senador republicano estadounidense John McCain, la ofensiva del EIIL es "la amenaza más peligrosa contra los intereses de Washington después del fin de la llamada Guerra Fría".
McCain, de conocida trayectoria conservadora, pidió la renuncia de todos los asistentes del mandatario en esta esfera, comenzando por el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas norteamericanas, general Martin Dempsey, principal consejero del Ejecutivo en temas castrenses.
Según Chris Edelson, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos de la American University, "esta catástrofe que enfrenta hoy la Casa Blanca es consecuencia directa de la terrible decisión de invadir ese país en 2003 y evidencia el error de creer que una invasión estadounidense lo transformaría en una nación estable, unida y libre".
Obama analiza diversas opciones de ayuda al gobierno de Bagdad, atrapado en una contienda contrainsurgente donde está en peligro, según especialistas en el área, la supervivencia de la ya frágil unidad de esa nación árabe y la amenaza de una ampliación sin precedentes del terrorismo en toda la región.
El jefe de la Casa Blanca anunció el 13 de junio que analiza la posibilidad de realizar ataques aéreos limitados contra las fuerzas insurgentes, aunque descartó el uso de tropas terrestres.
Sin embargo, un funcionario del Gobierno estadounidense, que prefirió mantenerse en el anonimato, señaló el pasado 12 de junio al diario The New York Times que las fuerzas armadas norteamericanas tienen serias limitaciones para realizar tareas de este tipo en territorio iraquí.
La razón fundamental es que, al menos en esa fecha, las aeronaves del Pentágono más cercanas al teatro de operaciones estaban a unos mil 500 kilómetros de los posibles objetivos a batir, ya sea a bordo de portaaviones como en bases aéreas en naciones aliadas o amigas de Washington.
Para solventar esa dificultad y a la vez hacer una demostración inmediata de fuerza, el 16 de junio arribó al golfo Pérsico el buque anfibio USS Mesa Verde (LPD-19) con más de 500 marines a bordo, área donde también se encuentra el portaaviones USS George H.W. Bush (CVN-77).
El CVN-77 está acompañado por el crucero USS Philippine Sea y el destructor USS Truxtun, ambos equipados con sistemas de cohetes Tomahawk de largo alcance, capaces de golpear objetivos en tierra asociados a los insurgentes a distancias superiores a los 900 kilómetros.
Estos movimientos iniciales de fuerzas y medios, según la cadena CNN, "dan a Obama mayor flexibilidad táctica y operacional para utilizar otras opciones militares".
Al respecto, el general retirado estadounidense David Deptula señaló el 17 de junio al diario The Washington Post que el Pentágono podría realizar golpes aéreos contra los insurgentes iraquíes, pero otras misiones adicionales serían muy difíciles de cumplir y pudieran involucrar mucho más a Estados Unidos en el conflicto interno.
Desde el punto de vista militar podemos llevar a cabo casi cualquier operación, pero el problema está en determinar hasta dónde podemos llegar, dijo Deptula, quien durante su servicio en las fuerzas armadas participó en la preparación de campañas aéreas previas contra Iraq y Afganistán.
Como parte de estos preparativos, el jefe de la Casa Blanca notificó al Congreso el 16 de junio el envío inmediato de unos 300 efectivos para garantizar la seguridad del personal en la embajada de Estados Unidos en Bagdad, 170 de los cuales ya están en la sede diplomática.
Por otra parte, el Pentágono considera el envío de un contingente de unos 100 integrantes de las fuerzas especiales a Iraq, cuya tarea primordial sería el entrenamiento y asesoría a las debilitadas tropas de la nación árabe, muchos de cuyos integrantes huyeron de sus puestos ante el avance de los insurgentes, asegura el diario Stars and Stripes.
Otro centenar de soldados se mantienen en estado de alerta en áreas cercanas al territorio iraquí, al parecer en Kuwait, y pudieran cumplir misiones en la administración de aeropuertos, señalización de blancos, apoyo logístico y en caso necesario reforzar la seguridad de la sede diplomática norteamericana en Bagdad.
El peligro que corren los miembros de esa representación oficial saca a la luz el espectro de las consecuencias políticas del ataque contra el consulado norteamericano en Benghazi, Libia, el 11 de septiembre de 2012, en el que perecieron cuatro funcionarios estadounidenses, incluyendo el embajador en Trípoli, Christopher Stevens.
A todo eso se añade que los principales asesores de seguridad nacional de Obama son blancos de ataques de congresistas demócratas y republicanos, quienes cuestionan el hecho de que la Casa Blanca no previó el colapso de las fuerzas armadas iraquíes ante el avance del EIIL y grupos aliados.
Los republicanos "piden que rueden las cabezas, mientras los demócratas son lentos en defender al grupo de consejeros de Obama que tienen una larga lista de actuaciones cuestionables", señala un artículo firmado por el periodista Alexander Bolton y publicado el 13 de junio en el diario The Hill.
Además, un grupo importante de integrantes del Capitolio ahora están preocupados porque esta guerra relámpago en Iraq tomó por sorpresa a la Administración, en particular a los servicios de inteligencia, y pone en peligro los supuestos "logros" de Washington en la nación árabe en una década de guerra, estima Bolton.
Desde el inicio de la guerra contra Iraq hasta el fin de la ocupación en 2012, más de cuatro mil 480 militares norteamericanos murieron en la contienda, que costó a los contribuyentes estadounidenses más de dos millones de millones dólares.
Por otra parte, algunos especialistas recuerdan algunas de las limitaciones que tiene el poderío norteamericano para luchar contra agrupaciones irregulares en una contienda de este tipo, enmarcada en los parámetros de la guerra no convencional.
Los blancos del EIIL que pretende batir el Pentágono están poco definidos, dada las cercanías de sus grupos con la población civil, su dispersión en el campo de batalla, así como lo difícil que resulta para las agencias de espionaje, distinguir a las unidades regulares del Ejército iraquí de los grupos insurgentes que adoptan tácticas de guerrillas.
Entretanto, esta compleja situación en Iraq llega en un momento muy inoportuno para Estados Unidos, a pocos meses de la retirada este año del grueso de sus tropas de Afganistán, prevista para diciembre próximo, país que también se mantiene en un nivel de inestabilidad poco conveniente para Washington.
Estados Unidos tiene desplegados en suelo afgano alrededor de 33 mil efectivos, apoyados por otros 17 mil 700 de sus aliados.
Washington prevé dejar en Afganistán unos nueve mil 800 soldados hasta 2015, después su presencia se reducirá a la mitad para fines de ese año hasta el retiro casi total en diciembre de 2016, tras lo cual sólo quedarían 200 militares en la embajada en tareas de cooperación bilateral.
Toda esta situación político-militar conforma una especie de tormenta perfecta que azota a la administración Obama, a pocos meses de las elecciones de medio término del martes 4 de noviembre de 2014.
En esos comicios estarán en juego los 435 puestos de la Cámara de Representantes, 33 de los 100 asientos del Senado, 38 cargos de gobernadores y la integración de 46 de las 50 legislaturas estaduales.
*Periodista de la redacción Norteamérica de Prensa Latina
| Esta difícil coyuntura pone al presidente Barack Obama ante una disyuntiva difícil, pues de cierta forma el mandatario está obligado a tomar decisiones sobre una eventual ayuda militar a los gobernantes iraquíes con el fin de detener el avance del Ejército Islámico de Iraq y Levante (EIIL).
Para el senador republicano estadounidense John McCain, la ofensiva del EIIL es "la amenaza más peligrosa contra los intereses de Washington después del fin de la llamada Guerra Fría".
McCain, de conocida trayectoria conservadora, pidió la renuncia de todos los asistentes del mandatario en esta esfera, comenzando por el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas norteamericanas, general Martin Dempsey, principal consejero del Ejecutivo en temas castrenses.
Según Chris Edelson, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos de la American University, "esta catástrofe que enfrenta hoy la Casa Blanca es consecuencia directa de la terrible decisión de invadir ese país en 2003 y evidencia el error de creer que una invasión estadounidense lo transformaría en una nación estable, unida y libre".
Obama analiza diversas opciones de ayuda al gobierno de Bagdad, atrapado en una contienda contrainsurgente donde está en peligro, según especialistas en el área, la supervivencia de la ya frágil unidad de esa nación árabe y la amenaza de una ampliación sin precedentes del terrorismo en toda la región.
El jefe de la Casa Blanca anunció el 13 de junio que analiza la posibilidad de realizar ataques aéreos limitados contra las fuerzas insurgentes, aunque descartó el uso de tropas terrestres.
Sin embargo, un funcionario del Gobierno estadounidense, que prefirió mantenerse en el anonimato, señaló el pasado 12 de junio al diario The New York Times que las fuerzas armadas norteamericanas tienen serias limitaciones para realizar tareas de este tipo en territorio iraquí.
La razón fundamental es que, al menos en esa fecha, las aeronaves del Pentágono más cercanas al teatro de operaciones estaban a unos mil 500 kilómetros de los posibles objetivos a batir, ya sea a bordo de portaaviones como en bases aéreas en naciones aliadas o amigas de Washington.
Para solventar esa dificultad y a la vez hacer una demostración inmediata de fuerza, el 16 de junio arribó al golfo Pérsico el buque anfibio USS Mesa Verde (LPD-19) con más de 500 marines a bordo, área donde también se encuentra el portaaviones USS George H.W. Bush (CVN-77).
El CVN-77 está acompañado por el crucero USS Philippine Sea y el destructor USS Truxtun, ambos equipados con sistemas de cohetes Tomahawk de largo alcance, capaces de golpear objetivos en tierra asociados a los insurgentes a distancias superiores a los 900 kilómetros.
Estos movimientos iniciales de fuerzas y medios, según la cadena CNN, "dan a Obama mayor flexibilidad táctica y operacional para utilizar otras opciones militares".
Al respecto, el general retirado estadounidense David Deptula señaló el 17 de junio al diario The Washington Post que el Pentágono podría realizar golpes aéreos contra los insurgentes iraquíes, pero otras misiones adicionales serían muy difíciles de cumplir y pudieran involucrar mucho más a Estados Unidos en el conflicto interno.
Desde el punto de vista militar podemos llevar a cabo casi cualquier operación, pero el problema está en determinar hasta dónde podemos llegar, dijo Deptula, quien durante su servicio en las fuerzas armadas participó en la preparación de campañas aéreas previas contra Iraq y Afganistán.
Como parte de estos preparativos, el jefe de la Casa Blanca notificó al Congreso el 16 de junio el envío inmediato de unos 300 efectivos para garantizar la seguridad del personal en la embajada de Estados Unidos en Bagdad, 170 de los cuales ya están en la sede diplomática.
Por otra parte, el Pentágono considera el envío de un contingente de unos 100 integrantes de las fuerzas especiales a Iraq, cuya tarea primordial sería el entrenamiento y asesoría a las debilitadas tropas de la nación árabe, muchos de cuyos integrantes huyeron de sus puestos ante el avance de los insurgentes, asegura el diario Stars and Stripes.
Otro centenar de soldados se mantienen en estado de alerta en áreas cercanas al territorio iraquí, al parecer en Kuwait, y pudieran cumplir misiones en la administración de aeropuertos, señalización de blancos, apoyo logístico y en caso necesario reforzar la seguridad de la sede diplomática norteamericana en Bagdad.
El peligro que corren los miembros de esa representación oficial saca a la luz el espectro de las consecuencias políticas del ataque contra el consulado norteamericano en Benghazi, Libia, el 11 de septiembre de 2012, en el que perecieron cuatro funcionarios estadounidenses, incluyendo el embajador en Trípoli, Christopher Stevens.
A todo eso se añade que los principales asesores de seguridad nacional de Obama son blancos de ataques de congresistas demócratas y republicanos, quienes cuestionan el hecho de que la Casa Blanca no previó el colapso de las fuerzas armadas iraquíes ante el avance del EIIL y grupos aliados.
Los republicanos "piden que rueden las cabezas, mientras los demócratas son lentos en defender al grupo de consejeros de Obama que tienen una larga lista de actuaciones cuestionables", señala un artículo firmado por el periodista Alexander Bolton y publicado el 13 de junio en el diario The Hill.
Además, un grupo importante de integrantes del Capitolio ahora están preocupados porque esta guerra relámpago en Iraq tomó por sorpresa a la Administración, en particular a los servicios de inteligencia, y pone en peligro los supuestos "logros" de Washington en la nación árabe en una década de guerra, estima Bolton.
Desde el inicio de la guerra contra Iraq hasta el fin de la ocupación en 2012, más de cuatro mil 480 militares norteamericanos murieron en la contienda, que costó a los contribuyentes estadounidenses más de dos millones de millones dólares.
Por otra parte, algunos especialistas recuerdan algunas de las limitaciones que tiene el poderío norteamericano para luchar contra agrupaciones irregulares en una contienda de este tipo, enmarcada en los parámetros de la guerra no convencional.
Los blancos del EIIL que pretende batir el Pentágono están poco definidos, dada las cercanías de sus grupos con la población civil, su dispersión en el campo de batalla, así como lo difícil que resulta para las agencias de espionaje, distinguir a las unidades regulares del Ejército iraquí de los grupos insurgentes que adoptan tácticas de guerrillas.
Entretanto, esta compleja situación en Iraq llega en un momento muy inoportuno para Estados Unidos, a pocos meses de la retirada este año del grueso de sus tropas de Afganistán, prevista para diciembre próximo, país que también se mantiene en un nivel de inestabilidad poco conveniente para Washington.
Estados Unidos tiene desplegados en suelo afgano alrededor de 33 mil efectivos, apoyados por otros 17 mil 700 de sus aliados.
Washington prevé dejar en Afganistán unos nueve mil 800 soldados hasta 2015, después su presencia se reducirá a la mitad para fines de ese año hasta el retiro casi total en diciembre de 2016, tras lo cual sólo quedarían 200 militares en la embajada en tareas de cooperación bilateral.
Toda esta situación político-militar conforma una especie de tormenta perfecta que azota a la administración Obama, a pocos meses de las elecciones de medio término del martes 4 de noviembre de 2014.
En esos comicios estarán en juego los 435 puestos de la Cámara de Representantes, 33 de los 100 asientos del Senado, 38 cargos de gobernadores y la integración de 46 de las 50 legislaturas estaduales.
*Periodista de la redacción Norteamérica de Prensa Latina