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Opinión

Chile: Plebiscito y doctrina Monroe

Chile: Plebiscito y doctrina Monroe

Chile: Plebiscito y doctrina Monroe

Por Cristián Fuentevilla, Cientista Político

El proceso constituyente iniciado hace casi un año, como resultado de las demandas no resueltas del plebiscito de 1988, comienza a materializarse en razón al estallido social del año 2019. Para todos es sabido que la existencia de las demandas en la restitución de los servicios, empresas o patrimonio público, no es la programación de un estallido social. Al contrario, es un sostenido escenario de despolitización de décadas de exclusión y marginalidad política que promovió el abstencionismo para evitar la incorporación de los sectores populares en el sistema político. Pero la complejidad de los procesos constituyentes en Chile, tiene una data que se ajusta a la nacionalización de la burguesía y sus reiterados ensayos estatales. Todos estos procesos representaron de manera implacable los diferentes estados de la lucha de clases en casi 200 años.

La división internacional del trabajo gestada en el siglo XIX, en la particular situación histórica que empató búsqueda de ganancias y desarrollo, tendió a hacerse menos probable en periodos posteriores. Los capitales que maduraron en Latinoamérica buscaron ganancias y las alcanzaron, pero también propiciaron subdesarrollo. La producción de valores de uso con escaza demanda de conocimientos, una producción volcada a los mercados exteriores, la superexplotación, intercambios internacionales de más horas de trabajo por menos, son algunos de los procesos que se encuentran en la base de esa situación desde los ensayos portalianos, la revolución de 1859, hasta la guerra civil de 1891.

En esta modalidad de intercambio entre economías la ley del valor pone de manifiesto que la lógica del capital tiene poco o nada que ver con la disposición y voluntad de los trabajadores, en tanto es el capital el que define qué producir, con que equipos, tecnologías y organización de la producción. Teniendo como soporte al Estado, para gobernar las contradicciones de una sociedad de clases. De este modo, limitados a los intercambios entre economías en donde la ley del valor opera con toda su fuerza, se hacen presente procesos que apuntan a reforzar el desarrollo de algunas economías y regiones y la dependencia de otras. Pero la ley del valor es posible de ser violentada en los intercambios entre economías desarrolladas y dependientes, permitiendo transferencias de valor y propiciando intercambios desiguales. De acuerdo a esta realidad, el desarrollo de la industrialización fue una experiencia basada en los espacios de la economía mundial, más que en los determinismos locales de una burguesía subvencionada para este propósito o de una política de Estado que encontró en los trabajadores su principal dinamizador.

Señalar estas experiencias es una verdad mínima para entender que el plesbicito del 25 de octubre, define la posibilidad de aprobar o rechazar la necesidad de la organización de la sociedad en torno al Estado como una experiencia probada de desarrollo, en ningún caso como utopía liberal. Basada en promesas de un futuro mejor que no llegó y no tiene por donde llegar. Se trata de organizar un modelo económico y un sistema político que funcione. El rechazo como opción de este proceso no cierra esta capsiosa convocatoria constituyente por cierto. Pero es la lógica abstencionista del desgaste dentro del ya consabido conflicto interburgues que poco a poco afianza posiciones. El rechazo como posición política es hacer de la guerra un estilo de vida, replicando la radicalidad de la inminente guerra civil de EE.UU. Lo que políticamente se debe aprobar es la posibilidad de constituir una iniciativa que cumpla al menos con tres expectativas.

Primero, que el escenario fraticida asusado solapadamente por quienes concentran el monopolio de la fuerza, pueda ser rapidamente neutralizado por un aumento de la politización, en torno al rol del Estado. Ya que en la consolidación del sistema mundo multipolar, los intercambios y el respeto por el derecho internacional vienen de la mano de una mayor integración política a lo que se definió durante estas últimas décadas como economías emergentes. Cualquier apuesta a una recuperación económica de EE.UU son solo ensoñaciones ideológicas ajenas al realismo político. Ya que en términos reales Chile puede recuperar su regia posición estratégica del reino de Chile en la nueva geopolítica. Es más, el regreso del sistema político al continente, basado en un desarrollo por tierra trae aparejado la misión civilizatoria y sincréticas de nuestros pueblos, lo que resuelve este nuevo andar de la humanidad en la nueva gran Latinoamérica.

Segundo, el actual ordenamiento de la sociedad basado en la Constitución de 1980 instaurado en un régimen de excepción de la guerra fría, lo que resolvió fue el término y quiebre del dogma de la separación de poderes del Estado. El que es sustituido por un principio de distribución de competencias públicas para la introducción de las autonomías constitucionales en el texto constitucional. En el contexto de las reformas del año 2005 el poder constituyente derivado del autoritario, refuerza el reconocimiento de la autonomía constitucional. Definiendo la autonomía como la posibilidad de auto-convocarse a sí mismo sin la apelación de terceros desde las Leyes Orgánico Constitucionales. Para defender su carácter autónomo en el Tribunal Constitucional lo que por efecto constituye la soberanía constitucional y representa el carácter contramayoritario de las autonomías. Fue la inclusión democrática de derechos ciudadanos en el ejercicio de organismos autónomos, bajo las razones lógicas de la antítesis del Estado y la Sociedad Civil, un planteamiento bloqueado por el excepcionalismo contramayoritario bajo la soberanía constitucional. Pues es, desde las autonomías constitucionales desde donde se defiende el soporte estatal, que genera los beneficios de la estructura política y social que se beneficiaba con el fallido modelo económico neoliberal. Sin dudas y adjetivizaciones este reducto constitucional representa en la actualidad el bunker de la cancillería de la Alemania de abril 1945.

Tercero, los dos puntos anteriores explican cual silogismo el tercero. Los EE.UU. sufrirán una pérdida de influencia en la región. Como resultado de su ya avanzada implosión económica. La elección de su último presidente, fue bajo la misión de restarse del derecho internacional, sus instituciones, como la OMS, ONU, etc. El sector de la oligarquía que representa pugna contra otro sector que no dudará en hacer uso de los medios a su alcance para frenar cualquier tipo de desarrollo, ajeno a sus intereses. Ya que sin derecho internacional no hay desarrollo. Toda vez que el desarrollo económico es una formalización institucional de cooperación e integración política y económica. Antes se han restado de los acuerdos de control de armas nucleares, pues su mesianismo es el sacrificio de una parte de la humanidad en una guerra de este tipo, para reconstruir su economía. Como en la segunda guerra mundial, que terminó siendo la superación de su crisis del año 1929. Sus seguidores en la región sudamericana están más insertos en la clase política de lo que uno supone, pues a pesar de las penosas condiciones de vida en Chile. La socialdemocracia inserta en el centro político y la derecha han pujado en aumentar la dolarización de la economía, lo que lejos de ser materia de análisis, es una señal de subestimación de las consecuencias de las políticas colonialistas de EE.UU en la región. Estas políticas en la región han sido contenedoras de ausencia de desarrollo, despojo y genocidio. La actual clase política no tendrá posibilidad de esconder su responsabilidad de ahí su necesidad de impulsar un cambio de constitución a la medida de la oligarquía.

Por otro lado, las burguesías de las economías subdesarrolladas no cuentan con la voluntad histórica de encabezar proyectos que permitan quebrar con las tendencias locales a la superexplotación y de alcanzar una reinserción al mercado mundial en otras condiciones, que no sean aquellas que reproducen el subdesarrollo y la dependencia. Y ello por una razón simple: bajo las condiciones subordinadas en que se desenvolvieron sometidas a las divisiones internacionales del trabajo imperantes, pudieron lograr grandes ganancias, a pesar de las transferencias de valor y de horas de trabajo. Esto permitió la constitución de capitales poderosos, no sólo a nivel regional, sino mundial, pero sus procesos de acumulación y de reproducción no generaron desarrollo para las economías locales de la región. Desde este punto de vista nada puede ofrecer la burguesía. Muy por el contrario buscará un modelo que funcione hipotecando los dogmas liberales y apoyará si los sectores populares se configuran en izquierda un redimensionamiento del Estado. Para un nuevo impulso económico inserto en la nueva división internacional del trabajo que le otorgue nichos comerciales y humanitarios en la sobrevivencia internacional dentro del emergente paradigma plurinacional de Chile.

Finalmente el propósito del plebiscito es una consulta formal que requiere ser entendida como un necesario primer paso. El abstencionismo generó despolitización y en este espacio coexiste una amenaza latente de sectores fanatizados que hicieron del fetiche de la mercancía. Una clase media que no deja de ser pobre culturalmente y que se mide como tal por algunos bienes. Como también los que han hecho un estilo de vida, en la lista de espera del servicio público que termina con ellos, en su infame pobreza o en la desacralización de la vida que desencadenan los hechos de violencia política. Por delante hay un mundo, pero quedan años de duro sacrificio para la humanidad para alcanzar ciertos umbrales de desarrollo. La república del caos, es solo el sacrificio de muchas vidas para que unos pocos disfruten la tiranía de sus beneficios. Es una oportunidad de comenzar a visibilizar que la resistencia del pueblo chileno, constituyó siempre una derrota moral implacable al imperialismo occidental y su servidumbre. No habrá otro pueblo que vuelva a ocupar las fábricas, a reimpulsar el ferrocarril, que el pueblo que resistió y sobrevivió con esa idea negada de dignidad. Para que esto comience la soberanía es fundamental y debe descansar en el pueblo y no en la constitución. Para que el reflejo de la principal solución en la Carta Constitucional lo político esté siempre centrado en la realidad de las necesidades de la población y no en los argumentos históricos y mitómanos que hicieron clase uninacional a la burguesía. Poniendo fin a una soberanía que simulo siempre la defensa de la vida, en un destino manifiesto y protestante de la doctrina Monroe en la región.

 

| 21/10/2020